La cruz material está formada por dos maderos, por dos palos. El que va de arriba abajo y el que se extiende horizontalmente. Es lo que nosotros llamamos cruz. Una cruz material y que es el símbolo del dolor, del sufrimiento, del supremo sacrificio...
¿Hemos pensado que si hiciéramos coincidir el madero transversal, el horizontal, con el madero vertical, el palo que está clavado en tierra y disparándose al cielo... la cruz desaparecería?
Los dos maderos -el vertical y el horizontal- representan las dos voluntades: la divina y la humana.
El palo plantado y que mira hacia arriba sería la voluntad divina. El palo transversal, el horizontal, es la voluntad humana.
Cada vez que yo hago mi voluntad sin atender a la voluntad de Dios, cruzo mi palo y ya tengo la cruz formada: el sufrimiento, el dolor...
Si aprendiéramos a poner, a hacer nuestra voluntad -el palo horizontal- junto, al lado del palo vertical -la voluntad de Dios-, nuestra cruz desaparecería, no existiría. Sería dos palos que estarían juntos.
Si en cambio ponemos nuestro palo -nuestra voluntad- al lado del palo, de la voluntad de Dios tendremos paz, serenidad, tal vez gozo. Es el ejemplo de los santos, de quienes hacen siempre la voluntad de Dios.
Una mujer enferma me decía: «Dios no necesita de mi salud, sino de mi voluntad.»
Alimbau, J.M. (1998). Palabras para momentos difíciles. Barcelona: Ediciones STJ.