Los textos de la literatura apocalíptica que en la Biblia hablan del final del mundo son abundantísimos. A lo largo de la historia ha habido muchos intentos para intentar traducir en detalle a fenómenos geológicos, astronómicos, fechas precisas, identidad del Anticristo, etc. dichos pasajes. El paso del tiempo ha ido desmintiendo todas estas especulaciones. Sin embargo, siempre hay gente dispuesta a intentarlo.

¿Cómo se concretarán todas esas profecías? Cuando llegue el momento lo sabremos. Mientras tanto, en vez de dedicar nuestra energías a algo, cuando menos, de poco provecho -si fuera de verdadero interés el magisterio de la Iglesia ya habría concretado detalles-, lo mejor es centrarnos en qué actitud tomar, qué respuesta dar sea cual fuere la concreción de esos anuncios.

Tanto ahora como al final de los tiempos (cf. C.E.C. nn. 675ss) la fe del creyente está puesta a prueba y tanto ahora como mañana o cuando sea, sea grande o pequeña la tentación, la respuesta del creyente ha de ser siempre la misma. El evangelio de este domingo es claro, apoyados en la gracia de Dios y no en nuestras solas fuerzas (cf. Lc 21,14s) hay que perseverar hasta el final: "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas" (Lc 21,19).

[Por la tarde en misa, me he dado cuenta de que este evangelio es el del año que viene. Dios habrá permitido que me confunda por algo; espero que le haya servido a alguien este traspiés]