Papa Francisco - Monumento de los Mártires - Nishizaka Hill, Nagasaki
Domingo, 24 de noviembre de 2019
«Esperaba con ansias este momento. Vengo como peregrino a rezar, a confirmar, y también a ser confirmado por la fe de estos hermanos, que con su testimonio y entrega nos señalan el camino. Les agradezco la bienvenida.
Este santuario evoca las imágenes y los nombres de los cristianos que fueron martirizados hace muchos años, comenzando con Pablo Miki y sus compañeros, el 5 de febrero de 1597, y la multitud de otros mártires que consagraron este campo con su sufrimiento y su muerte.
Sin embargo, este santuario, más que de muerte, nos habla del triunfo de la vida. San Juan Pablo II vio este lugar no sólo como el monte de los mártires, sino como un verdadero Monte de las Bienaventuranzas, donde podemos tocar el testimonio de hombres invadidos por el Espíritu Santo, libres del egoísmo, de la comodidad y del orgullo (Gaudete et exsultate, 65). Porque aquí la luz del Evangelio brilló en el amor que triunfó sobre la persecución y la espada.
Este lugar es ante todo un monumento que anuncia la Pascua, pues proclama que la última palabra -a pesar de todas las pruebas contrarias- no pertenece a la muerte sino a la vida. No estamos llamados a la muerte sino a una Vida en plenitud; ellos lo anunciaron. Sí, aquí está la oscuridad de la muerte y el martirio, pero también se anuncia la luz de la resurrección, donde la sangre de los mártires se convierte en semilla de la vida nueva que Jesucristo, a todos, nos quiere regalar. Su testimonio nos confirma en la fe y ayuda a renovar nuestra entrega y compromiso, para vivir el discipulado misionero que sabe trabajar por una cultura, capaz de proteger y defender siempre toda vida, a través de ese “martirio” del servicio cotidiano y silencioso de todos, especialmente hacia los más necesitados.
Vengo hasta este monumento dedicado a los mártires para encontrarme con estos santos hombres y mujeres, y quiero hacerlo con la pequeñez de aquel joven jesuita que venía de “los confines de la tierra”, y encontró una profunda fuente de inspiración y renovación en la historia de los primeros mártires japoneses. ¡No olvidemos el amor de su entrega! Que no sea una gloriosa reliquia de gestas pasadas, bien guardada y honrada en un museo, sino memoria y fuego vivo del alma de todo apostolado en esta tierra, capaz de renovar y encender siempre el celo evangelizador. Que la Iglesia en el Japón de nuestro tiempo, con todas sus dificultades y promesas, se sienta llamada a escuchar cada día el mensaje proclamado por san Pablo Miki desde su cruz, y compartir con todos los hombres y mujeres la alegría y la belleza del Evangelio, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,6); que podamos cada día liberarnos de todo aquello que nos pesa e impide caminar con humildad, libertad, parresia y caridad.
Hermanos: En este lugar también nos unimos a los cristianos que en diversas partes del mundo hoy sufren y viven el martirio a causa de la fe. Mártires del siglo XXI nos interpelan con su testimonio a que tomemos, valientemente, el camino de las bienaventuranzas. Recemos por ellos y con ellos, y levantemos la voz para que la libertad religiosa sea garantizada para todos y en todos los rincones del planeta, y levantemos también la voz contra toda manipulación de las religiones, «por políticas integristas y de división y por los sistemas de ganancia insaciables y las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019).
Pidamos a Nuestra Señora, Reina de los Mártires, a san Pablo Miki y a todos sus compañeros que a lo largo de la historia anunciaron con sus vidas las maravillas del Señor, que intercedan por vuestra tierra y por la Iglesia toda, para que su entrega despierte y mantenga viva la alegría por la misión.
Un comentarista de la TRECE
Me envían un audio de hace unas horas de un comentarista de la TRECE. No sé su nombre. Cuando se le pregunta por este momento en que el Papa ha elevado su oración ante el Monumento de los santos mártires de Nagasaki contesta:
«Yo creo que desde ahí el Papa no quiere presentarlo ni mucho menos, como ocurre aquí en España cada vez que se recuerda a los mártires con un sentido revanchista o de echarle a la cara en alguien a una persecución sino como reconocimiento de alguien que ha dado la vida por los demás y que ha dado la vida por el Evangelio... reconozcamos a los mártires como alguien que entrega su vida por los demás, no por alguien que es castigado o que es perseguido».
A veces, digámoslo con delicadeza, no se pueden decir menos palabras acertadas en menos frases.
Un mártir lo es por ser asesinado por su perseguidor. Se debe demostrar que ha muerto perdonando y debe aclarar cuál es el motivo que tiene quién lo asesina.
Son ustedes los revanchistas. Son y tienen un discurso vacío de ideas.
Nunca la Iglesia católica nos transmitió el nombre del soldado que cortó la cabeza de San Pablo y los nombres de los que crucificaron a San Pedro. Lo más que recuerdan las notas litúrgicas en el día de su fiesta es que sufrieron el martirio bajo el emperador Nerón.
Nosotros nunca hemos públicos los nombres de los que asesinaron en España a nuestros obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares... ¡y los sabemos!...
La RAE define como revanchismo "la actitud de quien mantiene un espíritu de revancha o venganza". Son otros los que mantienen ese espíritu, se lo aseguro, amigo desconocido.
Nosotros como dijo el Papa el domingo en Nagasaki (y vale la referencia para nuestros mártires españoles) no queremos dejar caer en el olvido el testimonio de hombres invadidos por el Espíritu Santo, libres del egoísmo, de la comodidad y del orgullo (Gaudete et exsultate, 65). Porque aquí [en España] la luz del Evangelio brilló en el amor que triunfó sobre la persecución y la espada.
A los de TRECE, por favor, elijan mejor a los comentaristas para que no escandalicen a sus oyentes.