Radio María fue un querer de la Virgen en Medjugorje (el que dude de esto que se informe). Y lo sigue siendo, bueno eso será si la dejamos hacer -al menos en España- y nos olvidamos por un rato de trapacear con prejuicios, embustes y naderías. De fondo un tan-tan de omnipresentes vanidades. Porque lo que ha sucedido en dicha emisora estos últimos meses es lisa y llanamente un cúmulo de ínfulas egoístas y una falta de lealtad con María. No quiero dar nombres, porque me carga, porque me hastía. Pero es imposible que una empresa funcione sin contar con todas las personas que colaboran en ella. Con todas, no con unas cuantas. Más cuando la empresa es un querer divino y los que trabajan son voluntarios, y lo que hacen lo hacen por amor y desinteresadamente. 
Y asistimos a uno de los más viejos espectáculos que los católicos damos de cuando en cuando: las capillitas. Ya saben, esos murmullos por los rincones, esa desazón clericaloide plagada de celotipias y mezquindades. El problema de Radio María en España no es cuestión (y digo es porque el problema sigue vigente) de antenas, afinidades electivas u obispos que pasaban por allí. Se trata simplemente de falta de fe, de falta de visión sobrenatural en su gestión. Esa es la verdadera raíz de todo este galimatías. Porque la trascendencia es el fundamento de la consistencia de las cosas. Y ahí estamos. 
¿Es posible -me preguntan- que haya sido todo una mera lucha de poder? Pues la verdad es que las apariencias son esas, es cierto (y me resisto a creerlo). Pero yo más me inclino por un desorbitado número de buenas intenciones trabadas en una unívoca forma de ver las cosas. La mentalidad de capillita cuando se impone desquicia al alma mejor formada. Y se resiste a dar su brazo a torcer. Y el espectáculo está servido. Y declaraciones de unos y de otros, gente que tercia y se auspicia (a estas alturas no me fío de nadie). Ninguneos y compadreos. Digresiones y opiniones marisabidillas. Todos quieren servir a la Iglesia, sí, y eso está muy bien, así de pulcro y redicho, pero no se puede ocultar la desazón y la incertidumbre. Obras son amores. ¿Merecía la pena el desplante, el boicot, tanto empalago de egos? 
Radio María España no es de ningún obispo (aunque se empeñen) ni movimiento ni universidad ni sacristía. Radio María es… de María. Y será de su radio lo que ella quiera que sea. Ni más ni menos. Al tiempo.