La Audiencia de Madrid dice que Rita Maestre, la sonrisa del régimen, la cara amable de Podemos, no profanó la capilla católica de la universidad Complutense cuando llevó a cabo en ella un desnudo parcial mientras profería pareados dignos de figurar en el guión de Garganta profunda. El tribunal amonesta a la chica con la condescendencia del padre con resaca que reprende al hijo adolescente que ha pillado su primera borrachera en las fiestas del pueblo: eso no se hace, hija, eso no se hace.
La sentencia aclara que desnudarse y besarse no debe escandalizar hoy a nadie. Eso es cierto, pero las figuras del toro y la gitana lucen mejor encima de la televisión Elbe que al lado de una pantalla Samsung de última generación. Quiero decir que todo tiene su lugar, pero no en todo lugar está bien todo. Si sus señorias permiten a esta gente el beso de tornillo en mitad del Credo lo próximo que harán es el amor, so pretexto de que es el sustitutivo de la guerra, cuando el sacerdote pida a los fieles que se den la paz.
Imagino que un tribunal tan comprensivo con la libertad de expresión argumentará su fallo con idénticos fundamentos de derecho si cuando enjuicie a un proxeneta éste se presenta en la sala sin ropa interior para que sus víctimas sepan que los pantalones los lleva él en casa. O que tendrá la misma indulgencia con un machista de manual juzgado por irrumpir en una asamblea de Femen con una vara en la mano, la camisa desabotonada hasta el ombligo y peste a vino.