En el año 1977 Igor Chafarevitch publicó el libro titulado El fenómeno socialista. Fue editado en España en el año 1978. Y en la revista Scripta Theologica, de la Universidad de Navarra, hizo una interesante recensión el teólogo Ramón García de Haro. El fenómeno que estudia este libro es de gran interés por su palpitante actualidad. Nos hace descubrir que el cuerpo del socialismo sigue siendo el mismo aunque se vista de distintos colores. Traemos aquí las ideas fundamentales defendidas en este ya clásico de la plitica socialista en relación con la religión.
Carece de fundamento el que se quiera considerar el socialismo como una corriente política más, parecida a las demás, aunque con ciertos matices. En este estudio es considerado el socialismo como un fenómeno antiquísimo, que se remonta a épocas anteriores al cristianismo, y que en no pocas ocasiones sus ideas han crecido de la mano de algunas concepciones cristianas, llegando a confundir a gente de buena fe.
¿Quién es Igor Chafarevitch. De ninguna manera es un aficionado, o un teórico atrevido. Toda su vida la pasó involucrado de lleno en la sociedad comunista; matemático famoso, distinguido con el premio Lenin y miembro de la Academia de Ciencias de Moscú. Es, por tanto, una autoridad en la materia.
¿De donde nacen las ideas socialistas? El autor es taxativo: el socialismo constituye uno de los motores esenciales de la actual crisis. No solo está contribuyendo a profundizar esta crisis propugnando la destrucción del mundo antiguo, sino que va indicando el camino. Por puro instinto de conservación hay que conocer y comprender lo que es el socialismo, sus orígenes y su historia, sus métodos y estrategias, sus ideas y objetivos. En ello nos va el presente y el provenir de la humanidad, llega a afirmar el autor.
¿Quién sería el padre antiguo del socialismo? Según este estudio es Platón, aunque difiere en que la filosofía de este gran pensador no es materialista. Pero en el ya encontramos formulados muchos de los puntos fundamentales de esta corriente política: la igualdad, la abolición de la propiedad privada y la familia… El famoso filósofo defiende el colectivismo como medio para encontrar una paz social. Llega a decir: cuando la mayoría de los ciudadanos dicen las mismas cosas sobre el mismo tema, ¿no es la señal más cierta del mejor gobierno? En la “República” llega a decir que los guardianes del pueblo lo tendrán todo en común. No hay nada privado, ni la propia vivienda, en la que podrá entrar todo el mundo. Platón suprime la familia por considerarla un peligro para el gobierno del pueblo: las mujeres como los niños serán comunes. El estado es el educador de los hijos, ya que estos son un bien común administrado por el Estado. Los padres y madres de los niños son todos los hombres.
Todo está al servicio del Estado, que modelará la mente de cada uno con una cultura perfectamente programada y dirigida por las mentes pensantes establecidas por los dirigentes sociales. Estos deben controlar la memoria, la sobriedad, el valor. Nadie puede mentir, excepto la clase dirigente que “se verán obligados a recurrir con frecuencia a la mentira y al fraude en interés de sus subordinados” (Citado en la pág. 35 del libro que comentamos). Y otros autores de la antigüedad clásica difunden en sus obras ideas muy parecidas que están en la base del socialismo histórico.
Como iremos viendo, las ideas permanecen intactas, aunque el lenguaje se vaya adaptando a los tiempos. En el fondo subyace una concepción pagana del hombre, que es utilizado para la implantación de una sociedad utópica, en la que todo sea de todos y reine, por ello, una humanidad feliz, sin alma, sin necesidad de pensar, ya que otros piensan por mí. Lo único que debemos hacer es seguir puntualmente las consignas para lograr una alianza universal, una fraternidad mundial. Todo ello parece que suena muy bien, pero para ello hay que sacrificar la espiritualidad y la libertad en el altar de los nuevos dioses. Es decir, hay que anular la dignidad del ser humano individual, en favor de una pretendida dignidad social.
De todo ello seguiremos hablando.
Juan García Inza