¿Cómo evangelizamos hoy en día? Los católicos casi no evangelizamos o lo hacemos de una forma puramente formal. Tendemos a delegar la evangelización en los medios, eventos y programas pastorales. Las corriente más de moda tienden a identificar la evangelización con la venta de un producto, por lo que se echan en manos de las estrategias de marketing. Verdadera evangelización no tiene nada que ver con la venta de un producto, ni con planes, eventos o actuaciones. Evangelizar es comunicar la Buena Noticia a quienes la necesitan: “Dios ha nacido entre nosotros, nos ha dicho que todos y todo tiene sentido en Él. Él es nuestra esperanza”. Para comunicar esto no hace falta más que un cristiano que habla a quien se siente desesperado o desesperanzado y busca ayuda.
El marketing hace algo muy diferente. Busca crear una necesidad inexistente en el mayor número de personas posible. Una vez creada la necesidad, ofrece directamente un producto que quiere que compremos. Para crear la necesidad utiliza los medios de comunicación de masas, porque quiere llegar a todos. Utiliza apariencias asociadas al placer, vacías, basadas en emotivismo y satisfacciones sensoriales. Promete una felicidad puramente sensitiva y egoísta, a cambio de comprar un producto milagroso que nunca es capaz de darnos lo prometido. Nosotros hacemos algo muy diferente. Leamos lo que nos dice San Cirilo de Jerusalén:
“Aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo...él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11). ¿Es posible que a una humanidad como que la nuestra, pueda ser bautizada en Espíritu y fuego? ¿Cómo es posible? Y no obstante, hablando de un hombre [Cristo] que todavía no se había presentado, Juan declara que Éste bautiza “en Espíritu y fuego”: no como lo haría un siervo cualquiera, insuflando a los bautizados un Espíritu que no es el suyo, sino como alguien que es Dios por naturaleza, que da con su poder soberano sobre lo que es suyo y le pertenece por naturaleza. Gracias a esta verdad se imprime en nosotros el sello divino.
En efecto, En Cristo Jesús somos transformados en imagen de Dios; no en el sentido de que nuestro cuerpo tenga que ser remodelado, sino que recibimos el Espíritu Santo, incorporándonos a Cristo mismo, hasta tal punto que podemos exclamar llenos de alegría: “Mi alma se alegra en el Señor, porque me ha vestido un traje de gala...” (1R 2,1). El apóstol Pablo dice: “Todos los bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,27).
¿Hemos sido, pues, bautizados por la fuerza de un hombre? Silencio, tú que no eres más que hombre. ¿Quieres echar por los suelos nuestra esperanza? Hemos sido bautizados por Dios hecho hombre. Él libera de las penas y de las faltas a todos lo que creen en él. “Convertíos, que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo...y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,38). El libera a los que se acogen a él...hace emerger en nosotros su propia naturaleza... El Espíritu pertenece al Hijo que se hace hombre semejante a nosotros. Porque él es la vida de cuanto existe. (San Cirilo de Alejandría. Primer diálogo cristológico, 706)
¿Podemos encontrar algo de marketing en el comportamiento y palabras de Juan el Bautista? Juan se va al desierto a esperar a quienes buscan a Dios, no se dedicó a gritar en las plazas ofreciendo a todos un milagro que sabía que era para unos pocos. Los pocos que se arrodillan con humildad ante el poder de Dios y aceptan la Gracia sin anteponerse a sí mismos y sus intereses. Juan señalaba claramente a Cristo como quien realmente bautizaría con Espíritu y fuego. No hacía referencia a misiones, sistemas, programas, actividades, como aquello en lo que tenemos que centrarnos. Sam Cirilo nos dice que: “El libera a los que se acogen a él...hace emerger en nosotros su propia naturaleza”.
Lo verdaderamente maravilloso es que no se trata de un cambio social o cultural, sino de conversión. No se trata de teorías para la transformación de un grupo, parroquia o diócesis. Se trata de aceptar personalmente la fuerza del Espíritu que nos convierte con el fuego que fragua la santidad. La conversión nunca es estructural o pastoral, sino personal. Liderazgos, pocos o nada, el objetivo es ser santos, no líderes. Cristo es Camino, Verdad y Vida. Cristo no es visión y misión de empresa humana. La oración y la interioridad son fundamentales. Estar ocupado haciendo actividades nos distrae y no aporta trascendencia alguna.