La Junta de Andalucía responsabiliza a Franco del suspenso otorgado por el informe PISA al alumnado autóctono en matemáticas, ciencias y comprensión lectora. La consejera de educación aclara que durante la dictadura la región estaba abonada al analfabetismo, que es como estar penalizada en boxes mientras Castilla-León, la comunidad con mejor nota, da la vuelta rápida. El Gobierno andaluz sigue así la estela de Fernando Alonso, quien si no gana es por culpa del adelantamiento de Hamilton, de la aerodinámica o del viento lateral.
Si Andalucía no gana la culpa siempre es de la derecha, la añeja, ya que el poder autonómico no reconoce otra. El Gobierno regional tiene tan interiorizada la lucha contra el franquismo que trata a los diputados del PP como procuradores en Cortes. Y así les va y a unos y a otros. El éxito del PSOE frente al PP es el éxito del cacique frente al señorito. El señorito, el déspota de pelo ensortijado, tablado y furcias, hace tiempo que desapareció del mapa geopolítico andaluz, pero el cacique permanece, mutado en parlamentario socialista. En sus manos, la comunidad es un enorme latifundio en el que el boletín oficial ejerce de capataz sin derecho a fusta.
Por esta razón, el Gobierno andaluz ha tenido una reacción de cacique tras conocer la calificación del informe: a los míos no los toques, que para eso son míos. De modo, que tras la defensa del profesorado autóctono se esconde el respaldo a un modelo educativo que permite, más o menos, que mientras un escolar del Bierzo diseccione un comentario de texto de Lope uno andaluz se atasque en el análisis sintáctico de la frase Mi mamá me mima. Pero la culpa, claro, es de su excelencia, un buen chivo expiatorio. Franco, para el Gobierno socialista andaluz, es lo que Rusia para el franquismo. No sería descabellado que Susana Díaz movilizara uno de estos días a la División Azul de subsidiados para que colabore con las Mareas en la conquista del pazo de Meirás.