Entonces, ven tú

Unos tienen soluciones para todos los problemas,
y otros tienen problemas para todas las soluciones.
-K.G. Chesterton-

          Había una familia muy numerosa, de diez hijos. Uno de ellos se llamaba Agustín. Un día estaba Agustín con su amigo Saúl y le dijo:

          —¿Qué te parece, Saúl? Tengo nueve hermanos, y al único al que mi papá manda hacer las cosas es a mí. Todo lo que él quiere que le hagan, tengo que hacerlo yo y siempre yo.

         Entonces Saúl le dice:

         —Lo tienes fácil, cuando tu papá te llame, dile que Agustín no está, y así tiene que mandar a otro de tus hermanos.

         Llega Agustín a casa y al poco rato el padre empieza a llamarlo. Siguiendo el consejo de su amigo, Agustín responde que no está y en ese momento dice el padre:

         —Bueno, entonces, ven tú.

          Con frecuencia nos vemos en la tesitura de tener que escoger entre egoísmo o servicio y, aunque no siempre es fácil, hay que desarrollar una actitud positiva hacia todo y hacia todos. Serenidad de ánimo y predisposición al esfuerzo. Amar la vida creciendo al servicio de un gran ideal. Solo aman y disfrutan de la vida los que la ponen al servicio de una idea buena, grande y bella, por ejemplo: servir, ayudar, estar disponibles.

          Sabe muy bien el egoísmo disfrazarse de victimismo y engendrar mal humor, tristeza áspera, distanciamiento y postura incómoda para los demás. Y es que el egoísta genera un espíritu amargado y sin sentido sano del humor convirtiéndose, así, en una pesadilla para los demás, un motivo de inquietud y de disgusto.

          La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida, buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos, tanto bienes materiales como cualidades y talentos.

          Debemos dedicar lo mejor de nuestro esfuerzo a formarnos en la generosidad, el desprendimiento y en el dar lo mejor de nosotros mismos, contrarrestando los efectos del egoísmo. Mantener una postura generosa saliendo de nosotros mismos y experimentar la felicidad que proporciona el donarse a los demás, viviendo el valor del servicio, que implica una participación y solidaridad profunda con el otro.

         Para crecer como persona mientras enriquecemos nuestro entorno, debemos preguntarnos cada día cómo podemos mejorar intentando ayudar a otros, y tratando de compartir nuestra felicidad con los que nos rodean.

          Hay que ayudar. Y, mejor aún, hay que aprender a querer ayudar con disponibilidad generosa que nos evite el bochorno egoísta que puede evidenciar el:

          —Entonces, ven tú.