Los cristianos deberíamos de tomar a San Juan Bautista como modelo de evangelizador. ¿Por qué? Porque fue quien proclamo a Cristo a quienes deseaban escucharlo y lo hizo en un entorno similar al que vivimos hoy en día. Los judíos estaban esperando un mesías guerrero, pero Juan proclamó al Mesías que daría su vida por nosotros. Lo hizo desde lugares inhóspitos, porque su proclamación molestaba a los poderes del momento. Su voz clamaba en el desierto, pero hasta allí fueron quienes deseaban encontrar consuelo, esperanza y sentido para su vida. No esperaba convertir al pueblo judío, sino llegar a quienes necesitaban realmente al Salvador del mundo
Es evidente para cualquier lector que Juan no solamente predicó, sino que confirió un bautismo de penitencia. Sin embargo, no pudo dar un bautismo que perdonara los pecados, porque la remisión de los pecados se nos concede solamente en el bautismo de Cristo. Es por eso que el evangelista dice que “predicaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lc 3,3); no pudiendo dar él mismo el bautismo que perdonaría los pecados, anunciaba al que iba a venir. De la misma manera que con la palabra de su predicación era el precursor de la Palabra del Padre hecha carne, así su bautismo… precedía, como sombra de la verdad, al del Señor (Col 2,17).
Este mismo Juan, preguntado sobre quién era él, respondió: “Yo soy la voz que grita en el desierto” (Jn 1,23; Is 40,3). El profeta Isaías lo había llamado “voz” porque precedía a la Palabra. Lo que él gritaba nos lo dice seguidamente: “Preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos”. El que predica la fe recta y las buenas obras ¿qué hace si no es preparar el camino en los corazones de los oyentes para el Señor que viene? Así la gracia todopoderosa podrá penetrar en los corazones, la luz de la verdad iluminarlos…
Por su fe en Él “uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús” (1Tm 2,5), los que creen en él reciben la plenitud de la gracia, mientras que los que rechazan creer en él son allanados en su orgullo. Todo valle se elevará, porque los corazones humildes acogen la palabra de la santa doctrina, y se llenarán de la gracia de las virtudes, según está escrito: “De los manantiales sacas los ríos para que fluyan entre los montes” (Sl 103, 10). (San Gregorio Magno. Homilía sobre el Evangelio, nº 20)
Hoy en día tenemos un concepto de evangelización que nos trae muchos problemas. Creemos que tenemos que llegar a todos y curiosamente despreciamos a quienes desean de corazón la Esperanza. Utilizamos medios masivos, reuniones programadas, marketing y propuestas innovadoras. Creemos que Juan Bautista tenía que haber alquilado el foro romano y haber hecho un festival para atraer mediante apariencias a quienes no desean encontrarse con Cristo. Juan lo hizo de otra forma. Se fe a zonas poco pobladas y esperó allí a quienes deseaban encontrar a Dios.
Hoy en día queremos que todos acepten a Cristo y no nos importa adaptar o subjetivizar la fe y al mismo Cristo. Nos parece adecuado decir que antes del Credo es necesario propiciar el encuentro personal con Cristo. Hasta nos atrevemos a afirmar que la experiencia personal es más importante que la Revelación de Dios. Juan el Bautista proclamó la Palabra tal cual era, sin adaptarla ni ajustarla a los gustos de cada uno. El la proclamaba completa, sin tapar lo que pudiera ser duro de escuchar.
Actualmente no creemos ni en la existencia del pecado. ¿Cómo vamos a querer perdonar lo que no existe? Buscamos una adhesión emotivista a Dios que en todo caso, pueda dar lugar a una serie de respuestas filantrópicas. Pero rechazamos el entendimiento que Dios nos ha revelado de Sí. Creemos que aquello que sentimos es lo “verdadero”, aunque sea pura fantasía relativista. Despreciamos lo que conocemos, porque no parece que pueda sentirse.
Pero no terminamos de darnos cuenta que todos estos esfuerzos humanos no dan resultado. Tantos espectáculos, religiosas bailarinas, sacerdotes que actúan en Eurovisión, eventos de marketing internacional y programas de fidelización como los grandes almacenes, no han dado resultado. Al final no se evangeliza por medio de esfuerzos mediáticos basados en marketing, sino por medio del testimonio de cada cristiano en su vida diaria. El cristianismo se contagia cuando hay una persona que abre su corazón y acepta el testimonio de quien vive en Cristo día a día.