Como cuenta la Madre María José Ramos, ONS el 17 de noviembre de 1899 fue el día elegido para hacer el viaje. Las religiosas fueron acompañadas por el Obispo Soldevila. El 22 de noviembre, a las tres de la tarde, después de seis horas de viaje desde Madrid, la comitiva llegó a Talavera. De la estación de tren fueron conducidos a la Colegial de Santa María, donde se cantó un Te Deum solemne y se voltearon las campanas del templo. Después hicieron una visita a la Ermita de la Virgen del Prado [exterior, bajo estas líneas] para rezarle una Salve.
Allí monseñor Juan Soldevila y Romero tomó la palabra y agradeció en nombre de las religiosas el caluroso recibimiento. Desde allí, finalmente, se dirigieron al antiguo convento de los dominicos.
Una vez llegaron, el obispo procedió a la bendición de la iglesia y del convento-colegio. Las clases comenzaron el 19 de enero de 1900.
Cardenal de Zaragoza
El 16 de diciembre de 1901 monseñor Juan Soldevila fue promovido a la sede arzobispal de Zaragoza. Aquí impulsó las obras del templo del Pilar, consiguió que se declarase monumento nacional, organizó peregrinaciones, reunió un concilio provincial en el Pilar, llevó a Roma en la visita ad limina la corona que los españoles habían donado a la Virgen y la expuso en la Basílica vaticana. Consiguió que toda la América hispana, por intermedio de sus prelados, ofreciera homenajes a la Virgen. El mismo papa Pío X pronunció una alocución antes de bendecir las banderas de los distintos países llevadas a su presencia.
Fundó el Montepío del clero, unificó el régimen de parroquias, elevó al Ministerio de Hacienda un informe sobre los beneficios de coadjutores de parroquias en el Reino de Aragón y otro sobre el estado mísero de los locales de enseñanza primaria. Para el primer centenario del sitio de Zaragoza organizó una exposición hispano-francesa de arte retrospectivo. Todo Aragón le tributó un homenaje de admiración y gratitud por este acontecimiento.
Como senador, apoyó el programa gubernamental del proyecto de riegos del Alto Aragón; sus intervenciones senatoriales fueron efectivas en los debates sobre la cuestión religiosa y sobre la Ley de Asociaciones; redactó el informe colectivo de las diócesis sufragáneas de Zaragoza sobre las asignaciones al culto y clero; colaboró en el Congreso Eucarístico de Madrid en 1911; y escribió cartas pastorales sobre la Guerra del Riff y la instrucción religiosa. Fue creado cardenal el 15 de diciembre de 1919, del título de Santa María del Popolo.
Asesinato en las afueras de la ciudad
Durante su pontificado en Zaragoza, el cardenal Soldevila impulsó la creación de la Caja de Ahorros de la Inmaculada (CAI), así como de sindicatos católicos y de viviendas sociales. La capital aragonesa era entonces un activo foco del anarquismo y, desde esos sectores el cardenal se convirtió en blanco de aceradas críticas. El 23 de agosto de 1920 fueron asesinados los funcionarios municipales el arquitecto José de Yarza, el ingeniero César Boente y Joaquín Octavio de Toledo, escribano, fueron abatidos a tiros cuando reparaban el alumbrado público de la ciudad, en el transcurso de una huelga, como recodaron los medios de comunicación recientemente.
Aún no se había extinguido el eco de aquel trágico acontecimiento cuando el 4 de junio de 1923 era abatido a tiros el cardenal arzobispo de Zaragoza cuando se disponía a entrar en la escuela-asilo que había fundado en El Terminillo (aún subsiste frente al Hospital Clínico), y solía visitar todos los días después de comer. El cardenal murió en el acto, mientras que el chofer y el sacerdote que le acompañaban resultaron heridos.
Los autores del atentado fueron los anarquistas Francisco Ascaso y Rafael Torres Escartín que vaciaron los cargadores de sus pistolas contra el coche en el que viajaba el cardenal, matrícula Z-135. Fueron detenidos algún tiempo después.
[Ascaso, Buenaventura Durruti y Jover, formaban parte del grupo anarquista Los Solidarios a los que se atribuye el asesinato, en 1923, del arzobispo de Zaragoza, cardenal Soldevila, argumentando que era una respuesta al asesinato del anarquista Salvador Seguí (el Noi del Sucre) a manos de asesinos a sueldo de miembros de la patronal].
La conmoción provocada por el asesinato del cardenal fue enorme en todo el mundo, dado que hacía tiempo que no ocurría un hecho semejante en la persona de un príncipe de la Iglesia, aunque posteriormente hubo otros hechos similares.
El sepelio del ilustre purpurado constituyó una gran manifestación de duelo en la capital aragonesa que, desde entonces, no ha vuelto a tener un cardenal. Se enmarca este asesinato en la persecución religiosa que empaparía España de la sangre de nuestros mártires. Aunque algunos solo quieran hacer de este episodio una lectura política.