“El amor, para que sea auténtico, debe costarnos”. Beata Madre Teresa de Calcuta
Por favor que alguien me lo diga. Porque después de tanta truculencia y trivialidad uno está que casi pierde el norte. ¿Qué significa hacer el amor realmente? El común de las gentes se refiere al acto sexual entre dos personas. La expresión se ha generalizado y ya todos la repiten sin pensar apenas en lo que están diciendo. Incluso con ello se hace referencia a las relaciones homosexuales. Dos hombres o dos mujeres hacen el amor. El amor como coyuntura física, como placer eventual o de capricho, sin matices morales o de sentido común.
Puede que el origen de muchos fracasos matrimoniales nazca precisamente de un mal entendimiento de lo que es y significa la palabra amor: ofrecerse, no exigir. Eso, y una concepción egoísta -cuando no patológicamente narcisista- del sexo, dentro del cual prima el exhibicionismo sobre el cariño. La satisfacción de la libido a cualquier precio. Sin embargo el amor puede darse perfectamente sin sexo (la continencia puede ser una manera óptima de generosidad). Aunque la entraña de la sexualidad no puede prescindir jamás del amor. De la mutua entrega, digo. De una entrega física, sí, pero sobre todo espiritual. ¿Cómo entender el cuerpo sin el alma? Es un absurdo, un abismo de amargura suicida.
Pero acabo de mencionar una palabra que resulta clave en el entramado amoroso, y de la que se procura saber lo menos posible, no vaya a ser que nuestra placentera vida se vea comprometida en un frenético exceso de virtud. Me refiero a la palabra “generosidad”. Una palabra escandalosa, sin duda, que exige el discernimiento de pensar primero en los demás, de lograr que la persona amada sea única e imprescindible. ¿Hacer el amor? Hacer el amor es saber perdonar. Además de que el amor no se hace, el amor se da. En una continua ofrenda de ingenio y de corazón. En una apretada caligrafía de caricias que configura el significado de nuestra alegría más real.
El amor más que hacerse se dice. En un continuo diálogo que se demora a lo largo de nuestra existencia. El amor es la comunión de dos almas y de dos cuerpos que en el olvido de sí encuentran la felicidad más allá de cualquier contratiempo y fatiga. El amor es el don máximo de ternura, capaz de transformar la intimidad del acto sexual en entidad sobrenatural y fuente de vida. Imagen y signo del amor de Dios. Casi nada.
Amamos, somos amados. De no ser así ni tú ni yo seríamos ahora los mismos.