Uno de nuestros más preclaros arzobispos de Toledo durante el siglo XX fue, sin dudad, el cardenal Isidro Gomá y Tomás.

Arzobispo don Isidro Gomá y Tomás - Archidiócesis de Toledo (architoledo.org)

Y entre sus muchas actuaciones como Primado de España sigue siendo recordada como recuerda el profesor argentino Osvaldo Rodolfo Martini, con motivo de la celebración en Buenos Aires (Argentina) del XXXII Congreso Eucarístico Internacional, su vibrante discurso «Apología de la Hispanidad» en el imponente Teatro Colón el 12 de octubre de 1934, donde el cardenal Gomá expresó una encendida defensa de las ideas de Ramiro de Maeztu y de monseñor Zacarías de Vizcarra, al reafirmar que el término de Hispanidad es la síntesis de los valores espirituales que junto al catolicismo constituyen el patrimonio de los pueblos hispanoamericanos que unidos a España conforman una empresa común y exclusiva.

El beato José Polo Benito de nuevo nos lo cuenta

En el nº 14 de la revista fundada por el mártir Polo Benito y que lleva por título Tierra Santa y Roma encontramos en el numero de noviembre de 1934 la crónica de la peregrinación a Buenos Aires con motivo del Congreso Eucarístico en tierra argentinas.

El XXXII Congreso Eucarístico Internacional se celebró entre el 9 y el 14 de octubre de 1934 con la presencia del cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII. Fue el primero en celebrarse en Hispanoamérica y el tercero en América después de los realizados en Montreal y Chicago. Por la magnitud de las multitudes que asistieron a los actos públicos, nunca antes vistas, fue el hecho de masas más importante del país hasta esa fecha y, para algunos historiadores, la movilización más grande que se haya producido en la Argentina hasta la fecha. Se estimó que en las celebraciones del 12 de octubre y del domingo 14, la concurrencia superó el millón de personas.

[9 de octubre de 1934. Recepción del cardenal Legado, monseñor Eugenio Pacelli, acompañado por el presidente de la Nación, general Agustín P. Justo].

Empieza Polo Benito expresando que:

En el saludo oficial que el Emmo. Purpurado (cardenal Pacelli) dirigió al Presidente de la República, pronunció estas palabras: «Católico fue el precioso patrimonio secular recibido de la Madre España, que, con la lengua que hablaron santa Teresa, san Juan de la Cruz y fray Luis de León, os legó una fe tan profunda y robusta que las tempestades de tantos siglos no han logrado destruirla».

En la contestación de S. E. el Presidente de la República al Legado Pontifi­cio, dijo así: «La visita vuestra como primera de un Legado Pontificio a la que fue América española, considero como el punto en que culmina la épica trayectoria iniciada un día como este, hace 442 años, cuando fue plantada la Cruz en tierra Americana como símbolo del cristianismo, en aquella expedición fabulosa que una Reina creyente impulsara y en cuyo incierto desarro­llo, brillan como un rayo de luz la esperanza mística y la fe inconmovible de su Jefe...».

Expresión la más autorizada del españolismo que a través de los siglos sigue palpitante en el corazón de Amé­rica las ideas y palabras, que a continuación reproducimos, constituyen, escribe con admirable oportunidad la españolísima revista de Buenos Aires El Pilar, un florilegio de amor y reverencia, a la patria madre: «¿De quiénes se compone y de dónde ha venido esta selecta e incontable muchedumbre, preguntaba en el dis­curso inaugural el Sr. Arzobispo de Buenos Aires, y luego de contestar, refiriéndose a todos los Estados del Norte y del Sur, decía: ¡Unde venerunt! ¿De dónde han venido? De la hidalga España, que nos descubrió en arriesgada y colo­sal empresa, que nos dio las armonías de su idioma, las esperanzas inmortales de su fe».

Y más abajo, en conmovido apóstrofe, aludiendo a la vocación eucarística de los pueblos, ponderaba la del nues­tro con esta encendida frase: «Sobre todo tú, noble madre de América, España, que coronada de laureles, por Colón, diste un mundo cristiano al mundo, donde la primera plegaria fue siempre; bendito y alabado sea el Santísimo, y donde, desde el Corpus de las selvas misioneras de la conquista, hasta el nombre de sus pueblos y ciudades, en sus Universidades, en sus capillas, en sus templos, en sus catedrales, siempre se ha cantado con fervor al Amor de los amores».

De las tres súplicas que el Sr. Arzobispo de Lima puso a los pies de Jesús Sacramentado, fue la primera:

«Por la madre España que nos trajo la fe y nos enseñó a amar a Jesús; para que, Monarquía o República, sea siempre la España inmortal del Sagrado Corazón».

«Habéis llegado. Eminencia, decía el Presidente, General Justo, al Cardenal Legado, a un continente en cuyo descubrimiento y conquista y en el transcurso de cuya vida se destaca imponente el símbolo sagrado del Cristianismo. Lo llevó Colón, como ya recordé, en aquella su expedición fabulosa, que una Reina creyente impulsara y en cuyo incierto desarrollo brillan como un rayo de luz la esperanza mística y la fe inconmovible de su Jefe. Y a tal punto y en tal forma impelen estas convicciones al audaz navegante, que se ha dicho con razón que
si la América no hubiera existido, Dios la habría creado para premiar así la confianza y la fe de aquel hombre. Estáis, pues, Eminencia, en el seno de uno de esos pueblos que guarda como blasón preciado de su estirpe la doctrina de paz, de amor y de solidaridad que le transfundió junto con su sangre la madre España».

Y el Cardenal Pacelli comentaba de esta suerte las palabras del primer magistrado de la Nación:

«Vuestra civilización contiene tesoros y energías de un orden esencialmente superior. Porque esa mentalidad que asienta toda la civilización sobre los postulados del espíritu, es en vuestra patria tradicionalmente católica. Católico fue el precioso patrimonio secular recibido de la madre España, que con la lengua en que hablaron Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, fray Luis de León, os legó una fe tan profunda y robusta que las tempestades de tantos siglos no han podido destruir».

[En el artículo de Polo Benito leemos en esta foto el comentario: "Uno de los grupos de los peregrinos del Patrona­to a bordo del Madrid". El cardenal Gomá en el centro y a su derecha, con el cartel a sus pies, el beato José Polo].

Este filial homenaje de veinte naciones logró su apogeo y consagración en el Día de la Raza, cuando la voz de Es­paña hablando por boca del Arzobispo Primado, Dr. Goma, decía al mundo entero que emocionado escuchaba, cuál fue la característica de la obra española en América: «darse toda y darlo todo, haciendo sacrificios inmensos que tal vez trunquen en los siglos futuros su propia historia, para que los pueblos aborígenes se den todos y lo den todo a España; resultando de este sacrificio mutuo una España nueva, con la misma alma de la vieja España, pero con distinto sello y matiz en cada una de las grandes demarcaciones territoriales.

España hizo más que ninguna madre, porque engendró y nutrió para la civilización y para Dios, a veinte naciones mellizas, que no la han dejado, ni las ha dejado, hasta que ellas han logrado vida opulenta y ella ha quedado exangüe.

Porque la obra de España ha sido más que de plasmación, como el artista lo hace con su obra, de verdadera fusión, para que ni España pudiese ya vivir en lo futuro sin sus Américas, ni las naciones americanas pudiesen, aun queriendo, arrancar la huella profunda que la madre las dejó al besarlas, porque fue un beso de tres siglos, con el que las transfundió su propia alma».

Ojeada de análisis documental sobre el tiempo pasado; contemplación obje­tiva de la hora presente, ruta abierta hacia lo porvenir; en este discurso ya conocido y admirado en España y América, gracias a la radio y a las copiosas ediciones publicadas; en este discurso, decimos, y en sus derivaciones ha alenta­do lo más eficaz de la actuación nuestra en el gran Congreso. Hispanidad y catolicismo llevaron de nuevo los centenares de peregrinos, los que en el Cabo de San Agustín presidió el Sr. Obispo de Madrid, los que presi­didos por el Sr. Arzobispo de Toledo hicieron su viaje de ida y vuelta en el Gene­ral Osario, en el Madrid y en el Siena Salvada, de acuerdo y por la iniciativa de nuestro Patronato. 

JOSÉ POLO BENITO