EXPLICA LAS RAZONES DE LAS DUBIA AL PAPA
Burke recuerda que va contra la fe si alguien, incluido el Papa, dice que se puede comulgar en pecado grave
El cardenal Raymond Burke ha concedido sendas entrevistas a Thomas McKenna, presidente de Acción Católica, y al periodista Edward Pentin, del National Catholic Register, en el que explica las razones por las que él y otros tres cardenales han hecho públicas las preguntas que hicieron al papa Francisco sobre las dudas que surgen del contenido de la exhortación apostólica Amoris Laetitia.
16/11/16 1:57 PM
Ver también (InfoCatólica) El cardenal explica a MacKenna -cuya entrevista ha traducido Adelante en la Fe- que «cuando en la Iglesia surge una cuestión o duda importante acerca de la fe misma o de su práctica, es costumbre que los obispos o sacerdotes o los fieles mismos expresen formalmente la pregunta o duda y la presenten al Romano Pontífice y a la oficina que tenga competencia para tratar con ella. La formulación de una pregunta o duda individual se llama simplemente dubium. Si se articula más de una pregunta o duda, se les llama dubia».
Y añade que «la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia ha planteado una serie de preguntas y dudas en la mente de los obispos, sacerdotes y fieles, muchos de los cuales ya han sido presentados al Santo Padre y discutidos públicamente. En el presente caso, cuatro cardenales han presentado formalmente al Santo Padre cinco preguntas fundamentales o dudas sobre la fe y la moral basadas en la lectura de Amoris Laetitia».
Para el purpurado «la verdad hablada con caridad es clara y pastoral. Nunca es útil pastoralmente dejar asuntos importantes, en el presente caso asuntos que tocan la salvación de las almas, en la duda o en la confusión»
Además recuerda que «también enviamos una copia de la carta y de la dubia al cardenal Gerhard Ludwig Müller, jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que tiene especial competencia en relación con estas cuestiones».
La razón de hacer pública la carta que enviaron al Papa es que, ante su silencio, cabe aplicar lo que enseñó Cristo: «Nuestro Señor también dijo que, después de dirigir una dificultad a un hermano, individualmente y junto con otros, sin que se resuelva, entonces, para el bien de la Iglesia el asunto debe ser presentado a toda la Iglesia. Esto es precisamente lo que estamos haciendo».
Además recuerda que «ha habido muchas otras declaraciones de preocupacióncon respecto a Amoris Laetitia, todas las cuales no han recibido una respuesta oficial del Papa o de sus representantes».
Ante la posible acusación de deslealtad, el purpurado norteamericano indica que él «junto con los otros tres cardenales, nos esforzamos por ser leales al Santo Padre al ser leales a Cristo sobre todo. Haciendo pública nuestra súplica para la claridad de la doctrina y de la práctica pastoral, esperamos hacer de esto una discusión para todos los católicos, especialmente nuestros compañeros obispos». Y asegura que «en lugar de ser una cuestión de deslealtad hacia el Papa, nuestra acción es profundamente leal a todo lo que el Papa representa y está obligado a defender en su capacidad oficial».
No puede callar
Además, afirma que «este es mi deber como cardenal de la Iglesia católica. No fui creado cardenal para recibir una posición honorífica. Más bien, el papa Benedicto XVI me hizo cardenal para ayudarlo a él y a sus sucesores a gobernar la Iglesia y enseñar la fe. Todos los cardenales tienen el deber de trabajar en estrecha colaboración con el Papa para el bien de las almas, y esto es precisamente lo que estoy haciendo al plantear cuestiones de gran importancia en cuanto a la fe y la moral. No estaría cumpliendo mi deber como cardenal y, por lo tanto, como consejero del Papa, si guardara silencio sobre un asunto tan grave».
El cardenal Burke recuerda igualmente que la cuestión de los divorciados vueltos a casar no es lo que está en juego sino si «se abre la puerta a cualquier persona que cometa algún pecado para recibir la sagrada comunión sin arrepentirse del pecado».
El cardenal, por último, advierte que «contradice a la fe si algún católico, incluyendo al Papa, dice que una persona puede recibir la sagrada comunión sin arrepentirse de pecado grave, o que vivir en forma matrimonial con alguien que no sea su esposo no es un estado de grave pecado, o que no existe tal cosa como un acto que es siempre y en todas partes malvado y puede enviar a una persona a la perdición»
Entrevistado por Edward Pentin
Por su parte, Secretum meum mihi ha traducido parte de la entrevista que el cardenal concedió a Edward Pentin. Preguntado por lo que ocurrirá si el Papa sigue sin responder a sus preguntas, el Patrono de la Soberana Orden de Malta dice que «entonces tendríamos que hacer frente a esa situación. Hay, en la Tradición de la Iglesia, la práctica de la corrección del Romano Pontífice. Es algo que es claramente bastante raro. Pero si no hay respuestas a estas preguntas, entonces yo diría que sería cuestión de llevar a cabo un acto formal de corrección de un error grave».
Ante la duda que pueden tener los fieles sobre qué hacer si entran en conflicto la autoridad eclesial y la Tradición, el pupurado enseña que «lo que es vinculante es la Tradición. La autoridad eclesial existe sólo en el servicio de la Tradición. Pienso en ese pasaje de San Pablo en Gálatas 1,8, que `si incluso un ángel os predicarse cualquier Evangelio diferente al que os hemos anunciado, sea anatema´». Tal enseñanza concuerda con lo que afirmó el papa emérito Benedicto XVI el 30 de septiembre de 1988, siendo entonces cardenal Prefecto de Doctrina de la Fe:
«El Papa no es en ningún caso un monarca absoluto, cuya voluntad tenga valor de ley. Él es la voz de la Tradición; y sólo a partir de ella se funda su autoridad».
Ante la hipótesis de que el Papa enseñar error grave o herejía, el cardenal Burke responde que «en tales casos es deber, e históricamente ha sucedido, de los cardenales y los obispos dejar en claro que el Papa está enseñando error y pedirle que lo corrija». Los casos a los que se refiere el cardenal podrían ser los del papa Honorio, acusado de sostener la herejía monotelita y Juan XXII, quien negó la visión beatífica de los santos.