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El 29 de octubre se celebraba la festividad de San Joaquín Royo, el único santo de la diócesis de Teruel y Albarracín. Por eso visitamos al sacerdote José de Pedro Gresa, natural de Hinojosa de Jarque y paisano de San Joaquín. Él fue el vicepostulador de su causa y ha publicado un libro sobre su figura. Además se da la anécdota de que vivió en la misma casa que el propio santo.
San Joaquín Royo Pérez fue beatificado por León XIII en 1893 y canonizado por san Juan Pablo II en el año 2000. Estuvo 35 años de misión en China. Allí elaboró un catecismo en chino mandarín y realizó una grandísima labor de evangelización. Pero dejemos que sea José de Pedro quién nos hable de San Joaquín Royo.
¿Quién fue este santo?
San Joaquín Royo nació en Hinojosa de Jarque (Teruel) el año 1691. Era de una familia de linaje venida a menos. Ya de muchacho se mostró fuerte, duro, como las rocas que atravesaba para llegar a Aliaga cada lunes con el saco de provisiones para la semana. Sus padres lo enviaron a Valencia a ampliar estudios, protegido por unos amigos de la familia. Tramó amistad con los dominicos, y le “entró” la vocación. A los 21 años, sin terminar los estudios de Teología ni ser ordenado sacerdote quiso marchar de misionero a China. Tanto insistió que sus superiores le dieron permiso para formar parte de una leva de misioneros que partía de Cádiz hacia Filipinas. De Valencia a Cádiz, andando.
En Manila se ordenó sacerdote y estudió el chino mandarín. Misionó en varias provincias del este de China. De los 35 años de misionero, la mayor parte fueron de persecución. A pesar de las dificultades, hizo una labor imponente: conversiones, formación, labor social, escribió un catecismo en chino mandarín… Llegó un momento, en 1746 en que la persecución fue tan fuerte, con amenazas para los cristianos que los ocultaban, que se entregaron y fueron encarcelados, en locales inmundos, y sometidos a interrogatorios ridículos e interminables. El día 28 de octubre de 1748 terminó su peregrinación por este mundo de la manera más cruel. Estando echado en el suelo, le taparon la cara con una pasta compuesta de papel, huevos y aguardiente, que le taponaba completamente la boca y la nariz y así expiró.
¿Qué aprecio le tienen sus paisanos?
Muchísimo. Aprecian tener un paisano santo, desde siempre, allí se le ha llamado “El Santico”. Los dominicos compraron un trozo de la casa donde nació, pensando que algún día lo canonizarían. Pasó el tiempo y mi abuelo fue el que hizo la cesión de la casa y, como albañil, construyó una capilla preciosa cuando lo beatificaron en 1893. La gente la visita frecuentemente. En la fiesta, el 29 de octubre, se reúne todo el pueblo a cantar a coro las albadas (más de 50 cuartetas) narrando toda su vida. La celebración del segundo centenario de su martirio fue apoteósica. La gente le reza y encomienda muchas cosas. Hace dos años recibimos la peregrinación de un centenar de chinos residentes en Zaragoza y Valencia, con los que se celebró una fiesta llena de emotividad.
Es patrón de la acción misionera de la diócesis de Teruel y Albarracín. Y de los catequistas…
La delegación diocesana de Misiones le tiene por modelo e intercesor. Se ha enviado un libro de su vida a todos los misioneros que trabajan fuera, atiende a las celebraciones del Santo, etc. San Joaquín Royo fue un gran catequista. Escribió un catecismo en chino mandarín y pequeñas publicaciones que ayudaban a la formación cristiana de aquellos chinitos. Su imagen preside el aula de las reuniones de los catequistas, y le encomiendan su labor.