Nosotros tenemos que plantearnos, pues, qué es lo que damos y por qué lo damos. Si somos conscientes de la deuda de agradecimiento que tenemos contraída con Cristo, no dudaremos en hacer lo que la viuda del Evangelio: dar no de lo que nos sobra sino incluso de lo necesario, dar en función de la necesidad del otro. Para hacerlo es imprescindible profundizar en los motivos de agradecimiento para con Dios y, a la vez, ahorrar de otras partes para poder socorrer a quien lo necesita.. El agradecimiento como motivación y la austeridad como estilo de vida nos conducirán a la generosidad, a preguntarnos todos los días si hemos hecho el bien posible o si, simplemente, nos hemos conformado con no hacer el mal. Y esto, para un cristiano, es claramente insuficiente.