Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Vivimos tiempos en los que se busca “normalizar la anormalidad”. El viejo catecismo de Ripalda decía que nunca se puede poner al pecado por encima de la buena obra, porque nunca la Gracia de Dios puede ser vencida por la negrura de las malas acciones humanas.
Los medios de comunicación desean que “normalicemos”, o veamos como normales hechos que son puramente delictivos, por ejemplo, los ataques de las manadas depredadoras sexuales de jóvenes nativas o extranjeras. O que admitamos como normal que un grupo delictivo pinche las ruedas y rompa las lunas de coches de alquiler a turistas en las islas Baleares. O que peguen fuego a la radio televisión municipal de Jaén, la destrocen, sin descartar ninguna de las hipótesis de trabajo en manos de los bomberos y la policía.
Aquella estación televisiva municipal nació colocada aprovechando los pabellones del viejo cuartel de caballería existente en la zona de Vaciacostales. Han pasado más de veinte años, durante los cuales el cuerpo de radio y televisión ha prestado unos enormes servicios a la audiencia de Jaén. El archivo sonoro y de imagen se ha ido convertido en cenizas en la negrura de una noche agosteña, unido al resto de cámaras y demás instrumentos para emitir al público que se pregunta los motivos de semejante atropello y delito.
En los últimos ochenta años, ningún medio de comunicación existente en Jaén, ha sido cerrado por ningún motivo. Han pasado regímenes, monarquías y gobiernos varios. Han trabajado profesionales mediáticos que nunca han sufrido ninguna denuncia de su papel honrado. Ningún medio ha sido llevado ante los tribunales de Justicia. Los profesionales de los medios de Jaén son personas honradas, amantes de su misión, de los cuales cuando han fallecido han obtenido una calle rotulada a su nombre como galardón indeleble. Ahora la cincuentena de hombres y mujeres encuadrados en la radio y televisión municipal se han quedado sin trabajo, hasta que el seguro que cubre el siniestro total mande sus peritos, valoren los daños, pongan el dinero sobre la mesa y se vaya comprando el material técnico y el edificio vuelva a tomar vida.
Una vez más volvemos al padre Ripalda, quien con meridiana claridad, nos cuenta cómo la Gracia de Dios sobreabunda sobre el pecado, limpia la ceniza de los corazones quemados de odio y venganza obteniendo siempre la victoria del Bien sobre la obra demoniaca del mal.
La campaña existente estas fechas en España que invita a “considerar normal” lo que la conciencia y la libertad humana sancionan como delitos tipificados en la jurisprudencia nacional, nos obliga a todos a parar esta enorme bola de mentiras y trolas emitidas con el sello de un progresismo destructor de la persona cristiana y de buena voluntad, que nunca está dispuesta a tragarse un camello, creyendo que es un mosquito, como hacían los fariseos del tiempo de Jesús de Nazaret, quien los conocía muy bien y los tachó como sepulcros blanqueados o corderos con piel de lobo deseosos de separar a las ovejas fieles y sensatas. El cierre por el incendio en la radio y en la televisión municipal debe tener su castigo cuando se encuentre quien o quienes lo ejecutaron, porque el criminal nunca gana y encima paga.
Tomas de la Torre Lendínez