El pasado 28 de mayo en el monasterio de monjas Dominicas de la Virgen de Monte Sión de Esplugues de Llobregat tuvo lugar el traslado de las reliquias de la beata mártir Josefina Sauleda y Paulís.
 


En la página web del obispado de Sant Feliu de Llobregat encontramos los datos de su biografía: “la beata Josefina Sauleda y Paulis nació en Sant Pol de Mar, el 30 de julio de 1885. A los pocos días de nacer fue bautizada con el nombre de Buenaventura. De pequeña le decían Ventureta. Tenía dieciséis años cuando expresó su deseo de ser religiosa. Tuvo que esperar porque era menor de edad. Durante la espera escribió: -Me es muy penoso vivir en el mundo, todavía.

En cuanto tenía 19 años entró en el Monasterio de Nuestra Señora de Monte Sión, de monjas dominicas, ubicado entonces en la Rambla de Catalunya de Barcelona, actualmente parroquia de San Ramón de Peñafort. Cuando tomó el hábito le pusieron el nombre de Josefina, por la devoción que tenía en San José. Hizo su profesión solemne en 1909.



La Madre Josefina Sauleda tenía facilidad para la música y el canto, por eso fue la encargada del coro, cargo que ejerció prácticamente toda su vida. También fue nombrada responsable de la enfermería. En el año 1929 fue elegida priora. Durante su priorato, dio al convento un buen tono de espiritualidad y de firmeza que se tradujo en la incorporación de 18 religiosas durante los años siguientes. En 1935 dejó de ser priora y fue nombrada maestra de novicias.

Antes del estallido de la guerra civil, cuando se hablaba de persecución y de martirio, la Madre Josefina decía a las monjas: -Si esto llegara, feliz aquella a quien Dios conceda esta gracia. El 20 de julio de 1936, las monjas dejaban el monasterio, siendo la Madre Josefina la última en salir con un grupo de novicias. Desde un refugio contempló el saqueo y el incendio del monasterio. La Madre Josefina confortaba a las monjas diciendo: -No lloréis; si destruyen este, haremos otro. Buscó refugio para las monjas.



El 31 de agosto por la mañana, acompañada de una monja, la Madre Josefina fue a buscar algunas cosas en el piso donde se habían escondido en el comienzo. Pasaron delante del monasterio y la iglesia incendiados, y ella exclamó: -¡Oh, Señor! ¡Cómo os he amado dentro de estos muros! Aquellas dos mujeres desconocidas hicieron sospechar a alguien, que las denunció al Comité. Ella bajó sola del piso y la detuvieron. Creyeron que era la priora y la interrogaron para que dijera dónde estaba el tesoro que ellos pensaban que tenían escondido, el lugar donde podrían encontrar al capellán y dónde estaban las otras monjas. El interrogatorio duró 12 horas, en medio de malos tratos y amenazas. La Madre Josefina no pronunció ni una palabra que pudiera comprometer a nadie. Hacia las 8 de la tarde del 31 de agosto la obligaron a subir a un coche con algunos milicianos y se la llevaron. No se sabe nada de lo que pasó desde entonces. Solo se sabe que al amanecer del día siguiente, el 1 de septiembre, se encontró su cadáver en el Hipódromo. De tan desfigurada no tenía apariencia humana. Todo el cuerpo mostraba signos de tortura. Sobre sus vestidos pusieron un papel que decía: Es la priora de las monjas dominicas. Su apellido es el de Sauleda. Tenía 50 años. Sus familiares le dieron sepultura.



El 23 de junio de 1950 el féretro fue trasladado y depositado en el cementerio del nuevo Convento de Monte Sión de Esplugues de Llobregat. El 28 de octubre de 2007, en Roma, fue beatificada entre los 498 mártires del siglo XX en España. Ella es la primera monja dominica contemplativa beatificada de tierras españolas.



En la crónica del sábado 28 de mayo de 2016 se podía leer:

“Antes de la Eucaristía se ha procedido al traslado de las reliquias a la iglesia del monasterio mientras se cantaba el Veni Creator Spiritus. Inmediatamente se ha celebrado la eucaristía, que ha presidido el obispo Agustín Cortés (sobre estas líneas), acompañado, entre otros, de Mn. Joan Pere Pulido, secretario general; de Mn. Gaspar Mora, capellán de las monjas; de Mn. Alvar Pérez Marqués, delegado para las causas de los santos; del P. Josep M. Henríquez, osb, delegado para la vida consagrada; y otros sacerdotes, entre ellos algunos dominicos y el rector de la parroquia de San Ramón de Penyafort de Barcelona. Antes de la bendición final de la eucaristía, se ha hecho el cierre de la urna, la lectura y la firma del Acta del Traslado, palabras de Sor Teresa Gil, federal de las dominicas, la lectura de las cartas del general de la Orden de los Predicadores y del Provincial de Cataluña, el traslado de la urna en el sarcófago y la bendición de este”.



Fotografía tomadas de la página web Fraternidades Laicales Dominicanas de España y de www.inmaculadaop.com