Hoy domingo celebramos a Santa Margarita María Alacoque. Santa que recibió la visión y entendimiento del Sagrado Corazón de Jesús. En el Sagrado Corazón de Jesús encontramos la centralidad de Cristo sobre todo lo que existe. Cristo es corazón, unidad, latido de vida, Verdad que nos atraviesa y llena. Pero volvamos al evangelio de hoy y leamos lo que San Agustín nos indica:
Esta viuda puede ser muy bien la imagen de la Iglesia, que aparece como desolada hasta que venga el Señor, quien ahora cuida de ella misteriosamente. Pero como sigue diciendo: "Y venía a Él diciendo: Hazme justicia", etc., advierte aquí por qué los escogidos de Dios le piden que los vengue. Lo mismo se dice también en el Apocalipsis de San Juan hablando de los mártires (Ap 6), a pesar de que claramente se nos aconseja que oremos por nuestros enemigos y nuestros perseguidores. Debe comprenderse pues que la venganza que piden los justos es la perdición de todos los malos. Estos perecen de dos modos. O volviendo a la justicia, o perdiendo el poder por medio de los tormentos. Por tanto, aunque todos los hombres se convirtieran a Dios, el diablo quedaría para ser condenado en el fin del mundo. Y se dice, no sin razón, que los justos al desear que llegue este fin, desean la venganza. (San Agustín. De quaest. Evang. 2,45)
Hoy en día parece imposible hablar de la venganza de los justos, ya que nos suena a barbaridad absoluta. Primero porque para el católico la justicia ha dejado de ser una virtud y uno de los atributos de Dios. Ya sólo somos capaces de ver en Dios una aparente misericordia cimentada en la complicidad. Ser justo no nos parece nada bueno. Para muchos ser justo se asimila a fariseo, rigoristas y fundamentalistas. Ser justo significa ser despreciado porque pensamos que se contrapone con ser misericordioso. Si además hablamos de “venganza”, terminamos por darnos cuenta que la Iglesia actual tiene serios problemas de continuidad con la Iglesia de todos los tiempos.
¿Qué es lo “peor” que podemos desear al mal? Que deje de existir, es evidente. El mal es la ausencia de bien y por lo tanto, la ausencia de Dios. Si deseamos que el mal desaparezca, estamos deseando que el Reino de Dios esté entre nosotros. ¿Qué es lo “peor” que podemos desear a un malvado? ¿Tal vez hacerle mal o que pene por sus culpas? No creo que esto sea lo que debamos desear a quien obra mal, porque al desear mal nosotros mismos estamos echando a Dios de nuestro corazón. Lo peor que podemos desear a un malvado es que deje de ser malvado. Por lo tanto, que se convierta y se dé cuenta de los errores y el mal que ha cometido. De esa forma hará lo posible por reestablecer el bien donde él mismo puso el mal.
¿La venganza del justo? Es esperanza en la conversión de corazón de quien hace el mal. “vengarnos” es orar por alguien por el que parece imposible orar. Es la aceptación de toda la trascendencia de Mt 6, 46: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?”. La venganza del justo es buscar en sí mismo la santidad que parte de la Gracia de Dios y desear compartirla con quien encuentra en el mal su sentido de su vida. La venganza del justo es que el malvado deje de ser malvado y vuelva a ser imagen de Dios.
Para esta conversión podemos tomar como modelo el corazón de Jesús. Se le representa en llamas y rodeado de espinas. Las llamas muestran la Luz que brota de Quien es el Logos, el Sentido de todo lo creado. Las espinas el dolor que no daña ni destroza, sino que acepta ser medio de comunicación de la Voluntad de Dios. La sangre cae, pero no para perderse en el suelo, sino para llenar de bien a quien humildemente la acepte para él.