La vocación a la santidad procede directamente de nuestro bautismo, de nuestro encuentro personal con Cristo, porque es una vocación al amor, a la felicidad. Santo es sinónimo de enamorado -de Cristo, del Amor- y, por eso, es sinónimo de persona feliz, a la cual no es que nada le afecte pero sí nada le hunde. Ahora bien, ¿cómo alcanzar la santidad cristiana, distinta de la judía o de la de otras religiones? Hace falta cumplir dos mandamientos: el primero sería el que engloba a los diez de Moisés y se resume en un concepto: "no hagas el mal", "no le hagas a nadie lo que no te gustaría que te hicieran a ti". El segundo es el "mandamiento nuevo" de Cristo y se resume en otro concepto: "haz el bien posible". Así, pues, el santo cristiano es el que no hace el mal -y por ello cumple del mejor modo posible sus obligaciones- y luego va más allá de esas obligaciones para, a imitación de Cristo, hacer todo el bien que puede hacer.
Pero la fiesta de Todos los Santos, tan en sintonía con la de los fieles difuntos, nos recuerda también otra cosa: la existencia de la vida eterna. En realidad sólo existe una vida, que tiene dos partes, la de aquí, que dura poco, y el resto que se extiende hasta la eternidad. Nosotros sabemos que si vivimos con Cristo con Él triunfaremos y resucitaremos. La resurrección de Cristo nos da la certeza de que hay esa vida eterna. No se trata de un sueño, de algo que sería estupendo que fuera verdad pero que no estamos seguros de que lo sea. Se trata de una realidad de la que no podemos dudar. Lo que nos garantiza sin ningún género de dudas que existe esa vida eterna es un hecho histórico, la resurrección de Cristo. Este hecho histórico está documentado por los testigos que lo vieron, oyeron y tocaron, y que su testimonio es verídico y no inventado lo certifica el que murieron por contar lo que habían visto; si a alguien le cuesta la vida, previa tortura, decir que ha sido testigo de un acontecimiento no podemos tener ninguna duda de que realmente vieron lo que dicen que vieron. Por lo tanto, si Cristo ha
resuctiado es que existe la resurrección, existe la vida eterna, y los que han muerto están allí, esperándonos, con los que nos han precedido. Esta es nuestra fe y esta es nuestra esperanza.