EVANGELIO

Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor.

Aviso:
Retiro en Badajoz: 28-30 de abril. Quedan plazas libres.
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El anfitrión.

En este Evangelio, el Señor se presenta como el anfitrión. En el mundo oriental, esta invitación a comer con el anfitrión, significaba crear unos lazos de amistad con él, que permanecen en el tiempo. Era una especie de ritual pseudo religioso. Y Jesús invita a Su mesa a todos, prefigurando la invitación que nos hace a la mesa de la Eucaristía.
Es cierto y es real, que en la Eucaristía, el Señor va estrechando lazos conmigo por obra del Espíritu Santo. Son lazos con los que me rodea y que acercan cada vez más a Él, hasta el momento en que deje de resistirme y por fin, pueda estar en Él, que es lo que Él persigue. Pero no solo, sino con toda la Iglesia.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Almudena: ¿Te has fijado lo importante que es el hogar? Es el lugar donde se estrecha la convivencia entre nosotros.
Juanjo: A mí me gusta que nuestra casa sea pequeña, porque así te tengo más cerquita.
Almudena: Jajaja. Bueno, además de eso, de alguna forma es el templo de nuestra iglesia doméstica. En nuestra casa somos anfitriones el uno del otro para representar al único y verdadero Anfitrión que es Cristo. Creo que estoy llamada a acogerte en casa como te acogería el mismísimo Señor, con toda clase de atenciones.
Juanjo: Mmmm, eso ¡me gusta! Jajaja. No, en serio. Me parece precioso eso que dices y me gustaría participar de esa idea tuya. Nuestro hogar como iglesia doméstica en el que cada uno hace de sacerdote que, en nombre de Cristo, acoge al otro y a la familia a la mesa del alimento que permanece para siempre. ¡Brutal!

Madre,

Jesús es el Anfitrión y Tú, sin duda, la Anfitriona. Gracias por Tu maravillosa acogida, bendita Reina del Cielo.