Los cambios empiezan
a percibirse a partir
de pequeños detalles.
-T. . Edison-
Recuerdo que me lo presentó Pilar, la madre de un sacerdote amigo mío. Oscar, era joven, deportista, dinámico, la alegría de la vida y... un accidente: tetrapléjico.
Fue un duro golpe, durísimo. Pero, cosas de Dios, con la desgracia recuperó la Gracia. Quedó sujeto a la cama y a la silla, pero fue más libre que nunca. Empezó a ver con los ojos de Dios.
─ No me aburro en mis muchas horas de soledad y quietud, no me aburro, nos solía decir. Hablo mucho con Dios y si Dios cuida de mí, ¿qué me puede faltar?
Ir a ver a Oscar era salir lleno de paz. No se quejaba, no protestaba, no exigía, sonreía, comprendía, animaba. No buscaba consuelos humanos porque encontraba coraje y consuelo en el sufrimiento redentor. Era una enciclopedia de paciencia.
─ Con María todo es posible, le gustaba repetir, El rosario es, para mí, como una brisa fresca que llena de dulzura y consolación a mi alma agitada por interrogantes humanos.
Oscar era un cielo, pero… lo llenaron de tierra. Con las mejores intenciones, sin dudas, le regalaron un televisor para su cumpleaños y, poco a poco, Oscar fue cambiando.
─ Desde que te enganchaste a la TV, Oscar, no eres el mismo, le dije un día.
─ No me vengas con sermones, Antonio. ¿No tengo derecho a disfrutar de la vida como todos? Demasiada desgracia tengo con no poder moverme...
Hace tiempo que no veo a Oscar, pero no me lo quito de la cabeza. San Juan de la Cruz habla de las cautelas, las precauciones que hay que tener para salvaguardar el alma.
Suele ocurrir si no se usa bien: cuando una TV entra por la puerta, Dios sale por la ventana.
─ Oscar, amigo, hay que ser cautelosos porque con la tele, mal usada, nos puede entrar la peor de las tetraplejias, la espiritual, la que deja sin movimiento al alma.
a percibirse a partir
de pequeños detalles.
-T. . Edison-
Recuerdo que me lo presentó Pilar, la madre de un sacerdote amigo mío. Oscar, era joven, deportista, dinámico, la alegría de la vida y... un accidente: tetrapléjico.
Fue un duro golpe, durísimo. Pero, cosas de Dios, con la desgracia recuperó la Gracia. Quedó sujeto a la cama y a la silla, pero fue más libre que nunca. Empezó a ver con los ojos de Dios.
─ No me aburro en mis muchas horas de soledad y quietud, no me aburro, nos solía decir. Hablo mucho con Dios y si Dios cuida de mí, ¿qué me puede faltar?
Ir a ver a Oscar era salir lleno de paz. No se quejaba, no protestaba, no exigía, sonreía, comprendía, animaba. No buscaba consuelos humanos porque encontraba coraje y consuelo en el sufrimiento redentor. Era una enciclopedia de paciencia.
─ Con María todo es posible, le gustaba repetir, El rosario es, para mí, como una brisa fresca que llena de dulzura y consolación a mi alma agitada por interrogantes humanos.
Oscar era un cielo, pero… lo llenaron de tierra. Con las mejores intenciones, sin dudas, le regalaron un televisor para su cumpleaños y, poco a poco, Oscar fue cambiando.
─ Desde que te enganchaste a la TV, Oscar, no eres el mismo, le dije un día.
─ No me vengas con sermones, Antonio. ¿No tengo derecho a disfrutar de la vida como todos? Demasiada desgracia tengo con no poder moverme...
Hace tiempo que no veo a Oscar, pero no me lo quito de la cabeza. San Juan de la Cruz habla de las cautelas, las precauciones que hay que tener para salvaguardar el alma.
Suele ocurrir si no se usa bien: cuando una TV entra por la puerta, Dios sale por la ventana.
─ Oscar, amigo, hay que ser cautelosos porque con la tele, mal usada, nos puede entrar la peor de las tetraplejias, la espiritual, la que deja sin movimiento al alma.