Este pasado domingo tuve en twitter una larga y sustanciosa conversación con diversas personas sobre la Ideología de Género y la Familia Natural. El detonante fue la manifestación pro-familia natural que se realizó con éxito en México. Enhorabuena hermanos mexicanos. En Europa ya vivimos el desastre que ahora les quieren imponer a ustedes. Ánimo y fuerza. Estamos unidos contra la esclavización del ser humano por las ideologías inhumanas emergentes.
Una de las personas con la que dialogué se definía como antropólogo e intentaba imponer la ideología de género a base de la autoridad que le conferían sus “conocimientos” en la materia. Defendía como "premisa indemostrable, pero verdadera", que la familia y le género eran construcciones sociales e históricas. Después utilizar bastante tiempo para ir desmontando sus premisas, con evidencias biológicas, históricas y de comportamiento social, terminó por decirme que “no tenía remedio” y sorprendentemente me bloqueó en ese mismo momento. Digo que fue una sorpresa, porque la conversación siempre se caracterizó por la tolerancia y buena educación. No podía intuir que todo acabaría con un portazo en las narices. La pena es que en ese momento perdí toda la conversación, porque hubiera sido interesante reproducirla aquí. Pero la cosa no termina ahí. El pasado lunes, un grupo de personas (que ya no se comportaban con educación) me atacó en twitter sin piedad alguna. Venían a intentar rematar lo que el domingo no pudieron hacer con educación. Tras un par de horas intentando dialogar, tuve que bloquearlos por todo el desprecio, insultos y maltrato que profirieron contra la fe, la Iglesia y mi humilde personas. Que triste ver tanto odio concentrado y cómo la cadena del pecado destroza a estas personas. Son como una jauría de perros rabiosos que buscan destrozar y corromper lo que se opone a su paso. En cierta forma se asemejan a las huestes del anticristo.
Pero hay que sacar bien del mal. La Gracia de Dios lo hace posible. Algunos amigos en las redes sociales me han pedido que resuma las argumentaciones y ataques que he visto en estos días. Esta es la razón de escribir este post: sacar bien de todo el mal mostrado. Empecemos por entender qué es la Ley Natural. Partamos de este texto esclarecedor de San Agustín:
Hay tres clases de leyes: una, la de los hebreos a la que Pablo llama ley del pecado y de la muerte otra, la de los gentiles, a la que llama ley natural. Dice: Los gentiles cumplen naturalmente la ley; y, sin tenerla, son para sí mismos ley ellos que muestran la realidad de la ley escrita en sus corazones. La tercera clase de leyes la verdad que, del mismo modo, señaló el Apóstol al decir: La ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte. Habiendo, pues, tres clases de ley y asegurándonos Jesús que él no vino a abolir la ley, sino a completarla, es preciso emplear no poco esmero y diligencia en comprender a cuál de ellas se refería. (San Agustín. Réplica a Fausto, XIX, 2)
La naturaleza ha sido creada por Dios y por lo tanto, contiene la huella de la Ley Eterna, que es Dios mismo. Esta huella es la Ley Natural. Los animales siguen la Ley Natural de forma espontánea, aunque puedan revelarse ante ella de forma excepcional y por causas no deseables. Lo ideólogos de género suelen indicar que algunas especies animales presentan comportamientos homosexuales en circunstancias determinadas. Es cierto, pero estos comportamientos están caracterizados por: A) no generar vida B) no generar núcleos familiares. C) Ser sustitutos afectivos que dan cohesión al grupo. D) Ser utilizados como forma de control social por parte de los machos dominantes. ¿Es posible generalizar un comportamiento que contradice la Ley Natural como algo adecuado para la persona, familia y sociedad? En la medida que seamos coherentes, sinceros y tengamos aprecio por la Verdad, no podemos hacerlo. En cualquier caso, como cristianos debemos discernir las circunstancia sin entrar a condenar a las personas.
La Ley Natural es la que nos permite entendernos a nosotros mismos como seres humanos, vivir con plenitud en una familia y conformar una sociedad coherente. Es necesario recordar que estamos hablando a nivel de Ley Natural, por lo tanto no entramos a considerar la Ley del Espíritu de Vida, que ha sido revelada por Dios a quienes son capaces de dar un paso más allá de lo natural y entrar en la dimensión sobrenatural. Esta dimensión nos la ofrece Dios cuando aceptamos humildemente su misericordia, justicia y nos acepta como hijos adoptivos. La Ley del Espíritu es capaz de curar las heridas que nos hacen sufrir, pero requiere humildad y caminar el camino de la santidad. Vamos algunas de las argumentaciones y otras cosas que me encontré en esta conversación:
- Hay niños en los orfanatos que necesitan una familia, sea cual sea su composición. La imposibilidad de vivir en familia es algo terrible. Los estados deberían buscar formas de adopción o acogida que permita a estos niños vivir en las mejores condiciones que se les pueda ofrecer. En el caso de estos niños, no es lógico ofrecer como familia lo que es una relación de interdependencia afectiva. La familia es más que una relación humana, es un modelo que da sustento y sentido al ser humano. No deberíamos de ofrecer sucedáneos cuando tenemos opciones mejores y además naturales. ¿Qué es lo que sucede entonces? Seguramente los estados no dan importancia a solucionar la orfandad. ¿Por qué? Creo que es algo tan importante que sólo puede deberse a desidia y desprecio por las personas. Lo triste es que esto sirve para sostener una argumentación falaz a favor de paliar un problema de orden superior con una solución práctica no deseable. El problema de los niños en los orfanatos se soluciona promocionando su acogida por familias estables y consistentes, no ofreciendo sustitutivos.
- ¿Quién define lo que es la familia? La sociedad puede definir como desee la familia según lo que sea necesario en cada momento. Con esta misma argumentación se puede definir como profesional del derecho a un estupendo camionero, si nos encontramos en la necesidad de alguien con esos estudios. También podemos definir, como hace la ideología de género, que la identidad sexual se adapta y se crea por cada uno de nosotros, a nuestro gusto. La familia, tanto en los animales, como en el ser humano, parte de la función de procreación. Esta función está claramente definida por la necesidad de un padre y una madre. Cuando no existe un padre y una madre, no existe una familia propiamente dicha. Una familia natural puede acoger a un niño y darle una familia adoptiva que provea y sostenga su desarrollo integral. Si lo que le ofrecemos no es una familia, sino un sucedáneo, no estamos siendo honestos y coherentes con nuestra naturaleza.
- El ser humano tiene derecho a asumir el rol social que le parezca más oportuno y donde se sienta más cómodo. Sin duda, nuestra libertad e inteligencia nos permite simular, crearnos y aceptar como realidades verdaderas, las construcciones mentales que nos dé la gana. Es evidente que en una obra de teatro o en una película de cine, podemos actuar representando ante los demás lo que no somos. Incluso podemos creernos este papel y pensar que por actuar como Napoleón nos da derecho a que se nos reconozca como tal. Pero ¿Somos Napoleón por asumir que lo somos y convencernos a nosotros mismos que los somos? Me temo que no. Ahora, si entendemos que la sociedad y la vida es algo similar a una representación teatral, lo lógico es que defendamos que cada cual puede adoptar el rol que más le guste. ¿Qué modelo de sociedad queremos y defendemos? Aquí entramos en el sustrato líquido de nuestra sociedad actual. Un sustrato que nos obliga a estar en constante cambio y adaptación, para tener acceso a empleo y tener derechos sociales. Sin duda la liquidez es una jugada de éxito del maligno, ya que con ella nos condiciona y nos obliga a hacer “lo que sea”, aunque contradiga lo que nuestra naturaleza nos indica. Pensemos en lo complicado que es casarse joven por el tiempo de estudio al que obligamos a nuestros hijos. Esto propicia la cohabitación y el retardo en el momento de tener hijos.
- Los colectivos pro-familia natural odian y desprcian a los homosexuales. Es evidente que esto no es cierto. Sobre todo si somos cristianos tenemos que saber ver en todos nuestros hermanos la imagen de Dios. Imagen que puede estar tremendamente distorsionada y ser casi imposible de ver. Tenemos que ver en las personas homosexuales a personas con un problema profundo que les condiciona su vida desde lo más fundamental. Deberíamos ofrecerles ayuda para que se den cuenta que Dios les quiere y les ofrece su mano para encontrarse a sí mismos, más allá de los estereotipos ideológicos que les ofrecen actualmente. Amar a todos los que sufren implica ofrecerles nuestro apoyo y señalar que la Gracia de Dios es capaz de transformar nuestra naturaleza caída y sanar nuestras heridas interiores. No deseamos el mal a estas personas, lo que deseamos es que la sociedad no se vea destruida por quienes les utilizan para esclavizar al ser humano. Los que mueven los hilos se esconden detrás para no ser vistos.
- Los pro-familia natural son ignorantes, despreciables y fanáticos. Es fanático el que antepone la ideología a la realidad e intenta imponer a los demás un modelo de persona, familia y sociedad, que va contra el sentido común y lo que la propia ciencia nos indica. Defender la familia natural no implica ser despreciable, porque queremos que todos los niños tengan el mejor espacio humano en el que desarrollarse y crecer. Tampoco somos ignorantes, porque no ignoramos y despreciamos a quienes defienden lo contrario y sus ideas. Las respetamos, pero defendemos lo que en conciencia creemos justo y más adecuado para todos los seres humanos.
- Ser pro-familia natural es estar contra las familias monoparentales. Esta afirmación se desmiente por sí misma. Una familia rota por cualquier desgracia merece todo el apoyo y ayuda. Querer que los niños tengan padre y madre no implica que obliguemos a casarse a viudos o a casarse de nuevo a divorciados. A veces es dificil de entender cómo algunas mentes son capaces de retorcer tanto los argumentos para hacernos decir lo que no decimos.
- Te preguntan con cinismo que cuándo vas a adoptar a algún niño de los orfanatos. Con ello quieren forzarte a pensar que la única solución para los niños en orfandad es que sean adoptados por parejas homosexuales. Lo ideal es destrozar su argumento con una pregunta que incide en el verdadero problema: ¿Cuándo va usted a protestar ante el gobierno por la falta de incentivos y planes de adopción? Se les puede decir con toda sinceridad que les apoyarás sin dudar en esta protesta. Esta pregunta suele desatar un torrente de insultos personales y colectivos, lo que evidencia que has tocado la herida que llevan dentro y se revuelven.
- Y los insultos más frecuentes: los pro-familia son homosexuales reprimidos, defendemos los abusos a los niños, maltratamos a nuestros hijos, etc... Aunque parezca soprendente, cuando no tienen por donde escapar, utilizan todo tipo de venganzas, insultos, desprecios para intentar que su dolor llegue hasta quien defiende una familia natural. En ese momento es mejor bloquear para no padecer su ira y odio. Yo este lunes tardé demasiado en hacerlo y me arrepiento de haber sido tan incauto. Les hubiera ahorrado a ellos tan mal rato y a mi ser centro de su odio. Hay que estar preparados para esta reacción. ¿Por qué parece que les estás matando cuando les destrozas sus argumentos? El maligno les maltrata internamente para que crean que eres tu el causante de esa herida que llevan dentro. Es normal que te llenen de insultos y desprecios. Creen ver en ti al ser inmundo que llevan dentro.
Ya Cristo nos dijo que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El bien que deseamos para nosotros, lo deseamos para todos sin distinción alguna. Hay que tener caridad, paciencia y capacidad de comunicar, para evidenciar que el fanatismo no es lo que nos caracteriza. Lo que nos caracteriza es la búsqueda sincera del bien que Dios ha querido entregarnos para que lo guardemos: la familia. Eso es lo que defendemos, aunque este bien contradiga la ideología que los estados defienden. Habría que reflexionar sobre la razón que hay detrás del intento de destrucción social al que nos vemos sometidos desde las instancias de poder social.
¿Por qué murmuran y discuten los hombres entre sí diciendo qué es el bien? ¡Oh, si supieras qué es el bien! Lo que deseas tener, no es gran bien. Lo que no quieres ser, eso es el bien [Santidad] #SanAgustin (Sermón 72,4).
¿Por qué murmuran y discuten los hombres entre sí diciendo qué es el bien? ¡Oh, si supieras qué es el bien! Lo que deseas tener, no es gran bien. Lo que no quieres ser, eso es el bien [Santidad] #SanAgustin (Sermón 72,4).