La campaña electoral norteamericana nos afecta a todos, seamos del país que seamos, pues sus políticas influyen en lo que después se aprobará en muchas otras naciones. Por eso es importante saber qué está pasando. Aunque la campaña ha estado dominada por la cuestión del trato a dar a los inmigrantes ilegales hispanos, tan injustamente planteado por Trump, hay otras muchas cuestiones en discusión.
Poe ejemplo, la de la libertad religiosa. Un informe publicado nada menos que por la Comisión de Derechos Civiles, cuyo presidente, Martín Castro, ha sido nombrado por Obama y cuyas tesis son literalmente las mismas que defiende la señora Clinton, dice que la libertad religiosa “es un concepto hipócrita, sinónimo de discriminación, intolerancia, racismo, sexismo, homofobia, islamofobia, supremacía cristiana y cualquier otra forma de intolerancia”. La candidata Clinton, abundando en este tema, ha llegado a afirmar, hablando del aborto, que “los códigos culturales, los credos religiosos y los prejuicios estructurales profundamente enraizados deberán ser cambiados”. Y ha añadido que “los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Así que ya saben los cristianos que no quieren aceptar el nuevo orden mundial lo que les espera en Estados Unidos, y en el resto del mundo, si gana la candidata Clinton.
Mientras, el candidato Trump ha hecho un guiño a los pro vida, comprometiéndose a retirar todos los fondos públicos a la multinacional del aborto Planned Parenthood y a nombrar jueces pro vida en el Tribunal Supremo. Es una magnífica noticia y, con unas encuestas cada más igualadas sobre las posibilidades de victoria de los dos candidatos, alguien debería decirle a Trump que lo mismo que ha cambiado con respecto a la acusación de que Obama no ha nacido en Estados Unidos, debería cambiar con respecto a sus planes de construir un muro con México y deportar a once millones de inmigrantes ilegales.
El gravísimo problema del trato a los ilegales, casi todos ellos católicos, en el que Trump se equivoca totalmente, puede estar siendo utilizado como hacen los magos con sus trucos: para distraer la atención y hacer que el público mire hacia otro sitio, a fin de que deje de ver lo que es más importante. Hemos llegado al fondo del problema y lo que se debate es si deberá existir o no libertad religiosa, libertad de opinión y derecho a expresar públicamente ideas contrarias a las que defiende el gobierno. Lo que está en juego es, en pocas palabras, la libertad y con ella la democracia.