He descubierto un libro muy antiguo y muy estropeado. Le faltan hojas. Hay muchas páginas rotas o descoloridas. Es un libro inglés.
 
Creo que puedo leer el título: "El libro de Tun". O algo parecido.
 
Parece el diálogo entre un niño y Dios.
 
Copiaré y traduciré algunos fragmentos.
 
"Mira -dice Dios-, te ha dolido, pero era necesario para curar tu herida en el hombro. Era una herida muy fea. Estaba infectada. Te la hiciste hace tiempo. Y si no la curamos podrías ponerte muy enfermo. ¿Y morirte? Es posible.
 
-No me gustaría morirme -dice Tun, el niño.
 
-Oh, nadie muere. Lo que llamáis "muerte" es una puerta. Cuando naces también sales por una puerta.
 
-¿De mi mamá?
 
-Eso es.
 
-Yo abro todas las puertas -dice Dios-. Y pasamos por ellas juntos. Yo os llevo de la mano, o en brazos, o a rastras. No podéis vivir sin mí.
 
-¿Nos bañamos en el mar? -dice Tun.
 
-Bueno -dice Dios-. Te llevo porque no sabes nadar. Te enseñaré a nadar. Si no hubiese agua no podrías aprender a nadar.
 
-Claro, ya lo sé.
 
-Bien, bien. Pues mira, el agua, Tun, es lo que llamáis Espíritu Santo. Así puedes aprender a nadar. Y el aire, también es lo que llamáis Espíritu Santo. No podríais vivir sin Él.
 
-¡Voy corriendo! -grita Tun.
 
-No. Espera. No sabes nadar -dice Dios.
 
-¡Me ahogo! -grita Tun.
 
-Ven; por aquí, sujeta mi brazo; muy bien, ya está -sonríe Dios-. No tenías que gritar, siempre estoy a tu lado.
 
-Es que no te veía.

-Es que no mirabas, Tun. Los hombres sois niños atolondrados que no miráis y por eso no me veis. ¿Te escuece la sal en la herida? Es lo normal. Ayudará a curarla. Soplaré un poquito para aliviarte. Así... ¿Sabes cómo se llaman esas heridas? Pecados. Tú sabes que el fuego quema, pero pones la mano y te quemas. Es así de sencillo. Pretendéis complicarlo todo mucho y, en realidad, todo es muy sencillo. Mi Hijo os mandó haceros como niños.
 
-Yo soy un niño, Dios.
 
-Tú lo eres. Pero los mayores se creen que son mayores y actúan como si fueran mayores y no lo son. Nunca lo serán. ¿Ves eso de ahí?
 
-Es un castillo de arena en la playa.
 
-Es lo que llaman la Gran Muralla de China -dice Dios.
 
-¡Pero si la puedo pisar!
 
-No lo hagas, porque no sabes cuántas personas, cuántos animales, cuántos microbios, cuántos vegetales, cuántos minerales hay en ese sitio.
 
-¿Tú lo sabes, Dios?
 
-Claro, soy Dios. Es mejor que no pises la Gran Muralla, Tun.
 
-Bueno, ¿me enseñas a nadar?
 
-Te soltaré a un par de metros y vienes hacia mí como lo estás viendo ahora en tu cabeza.
 
-Vale.
 
-Muy bien, Tun, un esfuerzo más, ya casi llegas. Esto es lo mismo que lo que llamáis "rezar": yo os pongo en el agua, me quedo a vuestro lado y os animo a nadar hacia mí. Y al que no llega o se ahoga, le ayudo un poquito. Como Jesús con Pedro. ¿Te acuerdas?
 
-Sí, Dios.
 
-¡Un abrazo, Tun! ¡Muy bien, ya has llegado! ¿No estás contento?
 
-Sí, Dios. Pero es que recuerdo una vez, hace tiempo, que no me porté muy bien.
 
-Yo no me acuerdo -dice Dios.
 
-Sí, mira, te lo digo al oído.
 
-¡Ah, Tun! Esa cosa. Es pequeñita, pero te molesta detrás de la oreja, ¿verdad? Te la quitaré ahora.

-¿Dolerá, Dios?
 
-No mucho, es muy pequeña... Ya está. ¿Quieres volver a nadar?
 
-Ahora quiero bucear.
 
-Pero si todavía no sabes nadar y ¿quieres bucear? No hagas como los mayores, Tun. Ten paciencia y aprende. Bucear puede ser peligroso. Se ven cosas muy bonitas, pero tienes que tomar precauciones. Los mayores, Tun, no las toman casi nunca.
 
-¿Quién las toma?
 
-Los que llamáis "santos". Ellos bucean sin peligro, porque me han escuchado.
 
 
(Continuará)
 
 
Post Scriptum: En inglés, el niño se llama "Youn". Deduzco que tal vez sea un acrónimo de "Your Name". En cualquier caso, cuando lean "Tun" imaginen que es el nombre de cada uno y que Dios habla con ustedes.