La celebración de la Eucaristía comenzó con la señal de la cruz. Hemos celebrado la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Terminamos con el mismo signo.
“Los cristianos van a misa para participar en la Pasión y Resurrección del Señor y después de vivir más como cristianos: se abre el compromiso del testimonio cristiano. Salimos de la Iglesia para «ir en paz» y llevar la bendición de Dios a las actividades cotidianas, a nuestras casas, a los ambientes de trabajo, entre las ocupaciones de la ciudad terrenal, «glorificando al Señor con nuestra vida»… Cada vez que salgo de la misa, debo salir mejor de cómo entré, con más vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano. A través de la eucaristía el Señor Jesús entra en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra carne, para que podamos «expresar en la vida el sacramento en la fe»”.
La Eucaristía no termina con el «podéis ir en paz». “No podemos olvidar que celebramos la eucaristía para aprender a convertirnos en hombres y mujeres eucarísticos. ¿Qué significa esto? Significa dejar actuar a Cristo en nuestras obras: que sus pensamientos sean nuestros pensamientos, sus sentimientos los nuestros, sus elecciones las nuestras Y esto es santidad. Hacer como hizo Cristo es santidad cristiana”.
Dejemos que el Espíritu de Jesús nos ensanche el corazón. “Los cristianos son hombres y mujeres que se dejan agrandar el alma con la fuerza del Espíritu Santo, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Dejémonos agrandar el alma! No almas estrechas y cerradas, pequeñas y egoístas, ¡no! Almas anchas, almas grandes con grandes horizontes… dejaos alargar el alma con la fuerza del Espíritu, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.
Fruto del Sacrifico Eucarístico es la Presencia en el Sagrario: “La presencia real de Cristo en el Pan consagrado no termina con la Misa, la Eucaristía es custodiada en el Tabernáculo para la Comunión de los enfermos y para la adoración del Santísimo Sacramento; el culto eucarístico fuera de la Misa, tanto de forma privada como comunitaria, nos ayuda de hecho a permanecer en Cristo”.
“La Misa, debe ser como el grano de trigo que en la vida ordinaria crece, crece y madura en buenas obras, en las actitudes que nos hacen parecernos a Jesús. Los frutos de la misa, por tanto, están destinados a madurar en la vida de cada día”.
En la eucaristía encontramos la fortaleza para la vida comunitaria y para nuestra relación con los otros, especialmente para los más necesitados. Nos ayuda a pasar de la carne de Cristo a la carne de nuestros hermanos.
Me gusta comentar, como algo vibrante, A veces les comento: «Podéis ir en guerra». En guerra contra las propias pasiones, contra el amor propio, contra la injusticia. También sembrando la paz en ti mismo, en tu familia, en tu trabajo, etc.