San Pablo decía: “No apaguéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1Te 5, 19-22). A veces hay personas que se refieren a este párrafo para justificar que tienen que probar todo lo que el mundo les ofrece y después, pensar qué es lo que nos parece bueno. San Pablo más bien nos dice que comprobemos todo lo que nos dice el Espíritu y las profecías, porque no siempre vienen de Dios. Hay que ser muy cuidadoso con toda corriente cultural que nos ofrece un horizonte vivencial lejos de Cristo. Sólo lo bueno está conformado según Cristo. Lo demás, tengámoslo en cuenta para comprender lo que sucede dentro de la Iglesia y de la sociedad.
Ninguno de los distintos ámbitos de la existencia –el arte, la filosofía, la ciencia, la política, la economía, etc.- puede considerarse una esencia en sí mismos; se trata sólo de figuras que asumen, realmente, las formas dictadas por la leyes del mundo, pero solamente en determinados momentos y bajo determinadas condiciones, y esto sólo en la medida que la cultura, considerada en su conjunto, rechace estructurarse según la figura de Cristo. En el ámbito de la cultura, si no se está con Cristo se está inevitablemente, contra Cristo, pues en la vida no existe, ni puede existir, neutralidad alguna en relación con Dios. El cristianismo no puede ser pasivo ante el mundo y no puede indiferentemente asumir un elemento cualquiera, como su fuera algo que, en todo caso, está bien en sí mismo. El espíritu no puede ser pasivo: puede acogerlo todo y servirse de todo, pero sólo después de haberlo transfigurado según la figura de Cristo. (P. Pavel Florensky. El cristianismo, 52s)
Nuestra sociedad está perdiendo rápidamente toda referencia a Cristo. Las leyes, las formas, el arte, la ciencia, la cultural en general, se desarrolla al margen de la figura de Quien es Camino, Verdad y Vida. En nuestro caso, la cultura ha desarrollado prejuicios que sirven de anticuerpos para evitar encontrarse con la Verdad. Sin la Verdad, cualquier manejo e interés queda oculto tras disfrazarse de bien parcial o mal menor o incluso, en algunos casos, disfrazarse de bien absoluto. ¿Cómo podemos llevar el Evangelio a otras personas si los canales de comunicación están bloqueados?
Como bien indica el P. Pavel Florensky, el cristianismo no puede ser pasivo. Esto no es algo nuevo, ya pasaba en tiempos de Cristo: “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas” (Mt 10, 16). A este consejo seguía otro que es tan actual como los hornos microondas: “Pero cuidaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y hasta seréis llevados delante de gobernadores y reyes por mi causa, como un testimonio a ellos y a los gentiles” (Mt 10, 1718). Tenemos que ser astutos para evangelizar, tan astutos como se puede leer en el evangelio de hoy domingo, cuando el siervo se ve expulsado de su trabajo y tiene que buscar su sustento por medio de la astucia.
¿Qué podemos hacer entonces? El consejo del P. Pavel es muy certero: “puede acogerlo todo y servirse de todo, pero sólo después de haberlo transfigurado según la figura de Cristo”. Por desgracia el cristianismo del siglo XXI es eminentemente socio-cultural. No busca trascendencia, sino efectividad social y consideración política. Nos preocupa más ser reconocidos como “buena gente”, que como santos. Resulta vergonzoso que alguien pueda decir que andamos por el camino de la santidad. ¿Qué pensarán los demás? A lo mejor que somos unos beatos que se pasan el día encerrados y en éxtasis. Desconocemos que la santidad es lo que nos permite tomar cualquier elemento cultural y transfigurarlo según Cristo.
Les pongo un ejemplo sencillo que seguramente puedan vivir con cierta normalidad: comprar un libro. ¿Qué libros compramos y cómo hablamos de su contenido? Si es una novela y alguien nos pregunta la trama ¿Resaltamos claramente lo que está en línea con Cristo y lo que no lo está? A veces es tan sencillo como indicar que un protagonista vive pensando únicamente en sí mismo y en un mundo creado para sí mismo. Esto le llevará a sufrir y desesperarse. ¿Qué somos si no nos relacionamos con veracidad con nosotros mismos y con quienes nos rodean? Las reflexiones pueden ser profundamente cristianas sin llegar señalar que están inspiradas en nuestra fe.
Todo elemento cultural puede ser transfigurado para plantar una semilla de Esperanza en el corazón de quien nos escucha. Dicho sea que esto no es posible si la Gracia de Dios no nos está trasformando ya a nosotros. Sin santidad no podemos hacer presente a Cristo en el mundo. Sin la santidad, lo que nos queda es ocultarnos para no tener que dar razón de qué somos y qué creemos. En muchas partes ya está sucediendo. El cristianismo socio-cultural se esconde para no tener que dar razón de su existencia. A lo sumo, se evidencia en los festejos sociales que son tolerados por la sociedad actual porque les da oportunidades económicas.