La naturaleza no deja de ofrecer al hombre ocasiones para que este no se deje llevar de un excesivo orgullo. Hay ocasiones en las que, además, ayuda la gracia.
Ha sido noticia la preocupación creciente, entre los conservadores del museo Smithsonian en Washington, por la conservación del traje espacial que protegió a Armstrong en el que fue el primer paseo de un ser humano sobre la superficie de la luna. El próximo 21 de julio de 2019 celebraremos el 50 aniversario del primer alunizaje, toda una proeza de la técnica y la ciencia.
El traje espacial de Neil está especialmente diseñado para soportar condiciones extremas de temperatura, en la luna la temperatura oscila entre los 123 ºC al sol y los 150ºC bajo cero en las zonas de sombra. Un traje de una complejidad técnica asombrosa y diseñado por los mejores ingenieros de la época. El mismo traje que actualmente no está expuesto al público por encontrase reservado en una cámara especial que evite su, ya avanzado, deterioro.
Mucho tiempo antes, 438 años faltaban aun para que el hombre alcanzara nuestro satélite natural, en Méjico, un pobre indio llevaba, para protegerse de unas inclemencias mucho menos extremas que las de la Luna, una humilde tilma hecha de fibra de ayate que no estaba llamada a durar demasiado tiempo pues es un tejido que se deteriora con facilidad. Ese indio se llamaba Juan Diego y Nuestra Santísima Madre le hizo el regalo de dejar su imagen sobre la superficie de su pobre ropa.
Más de cuatro siglos después la tilma, que incluso ha sobrevivido a algún atentado, sigue expuesta a la veneración de los fieles en la catedral de Méjico sin muestras de deterioro, mientras que el avanzado traje espacial espera, a buen recaudo, una restauración en profundidad que evite su total pérdida.
Y es que donde está la Madre las cosas duran, permanecen. Así son las madres.
Permanece, y permanecerá, la Santa Iglesia Católica y la salud de las iglesias orientales que guardan devoción a María es mayor que la de aquellas confesiones “cristianas” que ven en la devoción mariana una suerte de superstición. Así ocurre también con las familias y con las naciones.
No pongamos toda nuestra confianza en la técnica, la ciencia y en la política y si en aquella que nos fue dada como Madre al pie de la cruz.
Germán Menéndez