La Biblioteca de Ensayo Siruela publica un librito, "Fragmentos", de George Steiner.
Es una obra que no recomendaría a católicos poco formados, ni a los sencillos y humildes, a quienes Dios ha revelado los secretos del Reino.
Steiner es uno de esos sabios cuya sabiduría es necedad e ignorancia de lo divino; aunque no es culpa suya, ni de su hermano de raza, Caifás.
¿Qué tipo de Mesías era ese hijo de un carpintero? Ese que no hizo nada espectacular, que no escribió libros ni dictó conferencias ni apareció en los cenáculos del poder. Ese que huyó del sensacionalismo y se anonadó en la masa -gris, mediocre, inculta, hortera, pobre, maloliente- de las periferias, de los suburbios y de las chabolas. ¿Un mesías que viene de una aldea de mala muerte y apenas predica tres años y muere como un delincuente? "He aquí al hombre", dijo Pilatos. He aquí a... ¿Dios?
No condenemos demasiado deprisa al Sanedrín: Dios es ¿ese guiñapo humano?
Bueno, hay que disculpar a Caifás, a Pilatos, a Steiner y a la Curia del Vaticano que, a no ser por un sueño del Papa, hubiese mandado a prisión al pobre de Asís, que tanto se parecía al hombre de Galilea, el susodicho carpintero andarín que insistía misteriosamente en que era Dios y pretendía, en serio, que le creyesen.
Fracasó en vida, claro. Mucho. Del todo.
Sí, hay que disculpar a Steiner. Tiene razón Steiner.
De hecho, está en lo cierto Steiner cuando afirma: "Quizás el Dios del Sinaí haya envejecido, se haya retirado; no tiene ya los medios necesarios para ayudar. Es Él quien ahora necesita la compasión y el apoyo humanos."
¿No es así, exactamente así, como habló Jesús a Santa Margarita María de Alacoque? ¿No es así como mendiga nuestro amor su pobre Corazón maltratado, herido, torturado por nuestra suficiencia, por nuestra tibieza, por nuestra indiferencia?
No es ya el pecado lo que hiere a Dios, a Quien nada puede herir, porque cuenta con el mal para la Redención, pues no hubiera podido salvarnos sin la existencia abismal y terrible del Maligno.
No es el pecado, no. Es nuestra falta de amor y, como bien dice Steiner, nuestra falta de compasión y de ayuda.
No hemos entendido al Hijo de Dios.
Está clavado en la debilidad más absoluta, en la impotencia y la oscuridad; le miramos y solo se nos ocurre besarle los pies en la estatua de madera de la puerta de la iglesia.
El gemido de los pobres queda demasiado lejos de nuestra conciencia burguesa.
Steiner sí lo ha oído, hipócritas.
Coda: Si la ayuda que nos pide el Dios del carpintero es que nos clavemos con Él a Su Cruz, por favor, no nos quejemos. La Cruz tiene varios nombres: todos son sinónimos de ruina.