Los niños pueden entender la moral (4)
Mandamientos del amor
1) Introducción (En especial para los Catequistas)
La ley natural se clarifica por los diez Mandamientos. Ley y mandamientos nos indican el camino a seguir para avanzar en el amor.
El camino del amor se corta cuando no se cumplen todos los mandamientos; sucede algo así como cuando el camino pasa por encima de un puente con diez arcos; si alguno de ellos se rompe, no podemos pasar.
Todos tenemos nuestra conciencia como luz que nos ilumina pero, por nuestra debilidad y por el pecado que llevamos dentro, a veces el camino queda envuelto por la niebla. Precisamente por ello necesitamos ver señales, por ejemplo, las líneas en las cunetas y en el centro, las señales e indicaciones... Necesitamos que se nos oriente; eso vienen a ser los mandamientos. Iluminan la ley natural para clarificar nuestra conciencia.
Y a medida que vamos respondiendo al Señor con nuestro amor, va desapareciendo la niebla de nuestro camino y quien busca agradar al Señor, casi, casi, no necesita los mandamientos, porque los vas cumpliendo un tanto espontáneamente; es el mismo caso de una madre que ama mucho a sus hijos y no necesita que le vayan repitiendo que debe amarlos.
Parábola de la brújula y del imán
(Quitar lo que nos impide seguir a Jesús)
Érase una vez un peregrino que llevaba una brújula para estar siempre orientado y no perderse por los caminos desconocidos por los que iba peregrinando.
Preparando el viaje, fue a comprar algunas cosas que le eran necesarias y, entre ellas, compró algo que contenía un imán bastante potente.
Empezó su peregrinación y, pendiente de la brújula, al cabo de unos días se encontró en el punto de partida. ¿Qué ha pasado? se preguntó. Pues ¿cómo orientado como siempre por mi brújula, he vuelto al mismo sitio de donde había partido?
Sencillamente, que la brújula, en vez de orientarle le desorientó porque no marcaba siempre el norte, sino que según la proximidad con el imán, marcaba otros nortes.
Es lo que pasa en nuestras vidas; tenemos como norte a Jesús; pero cuando tenemos con nosotros algún imán, nos desorientamos y, creyendo estar en el verdadero camino, nos vamos por otro. Hay que desprenderse de todos los imanes que podamos tener, a fin de que no nos impidan caminar hacia nuestro norte; de lo contrario, estamos condenados a ir dando vueltas y vueltas, creyendo que estamos caminando bien, pero volvemos siempre al mismo sitio del que hemos partido.
Charlando con Jesús
Niño: A mí me gusta que me hablen de los mandamientos.
Jesús: Pues vamos a hablar de ellos. ¿Sabes cuántos son?
Niño: Diez
Jesús: Los repetirías todos?
Niño: Claro que sí ¿Qué te crees? Escucha:
Amarás a Dios sobre todas las cosas.
No tomarás el nombre de Dios en vano.
Santificarás las fiestas.
Honrarás a tu padre y a tu madre.
No matarás.
No cometerás actos impuros.
No robarás.
No levantarás falso testimonio ni mentirás.
No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
No codiciarás los bienes ajenos.
Jesús: Bien, pero te ha faltado una cosa.
Niño: No; te los he dicho todos.
Jesús: Pero te ha faltado decir una cosa que yo dije.
Niño: Ah, sí. Que todos los mandamientos se resumen en dos: que amemos a Dios sobre todas las cosas y que amemos al prójimo como a nosotros mismos.
Jesús: Muy bien. Pero ahora a ver si me contestas una pregunta.
Niño: Prueba a ver.
Jesús: ¿Y cómo habéis de amar al prójimo?
Niño: Pues... Ah, sí; casi no me acordaba. Hemos de amar al prójimo como tú nos has amado. Ése es el mandamiento nuevo que tú nos diste ¿no?
Jesús: Sí. Y a ver si lo cumples. En resumen, te diré que todos los mandamientos consisten en dar gusto a mi Padre, que quiere que le amemos y que nos amemos. Ya ves si es sencillo.
Niño: Jesús, ¿no crees que se nos pide demasiado en los mandamientos? Casi nos lo prohíben todo.
Jesús: Qué va; lo único que prohíben los mandamientos son las cosas que no te gustan.
Niño: ¿Cómo que no me gustan?
Jesús: Claro. ¿Te gustaría que tus padres te abandonasen o te maltratasen? ¿o que otros te pegasen o abusasen de ti, que te robasen, que te mintiesen, que te insultasen?
Niño: No, no.
Jesús: Por eso te he dicho que los mandamientos prohíben las cosas que no te gustan.
Niño: Pero...
Jesús: Pero, claro, no te gustan para ti, pero te gustaría hacerlas a los demás ¿no? Eso no es de amigos. Lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás.
Y, por otra parte, ¿te parecería bonito no portarte bien con tu Padre Dios, sin rezar, blasfemando, no yendo a misa...?
Niño: Claro que no.
Jesús: Pues en todo eso que te acabo de decir consisten los mandamientos. Y como sólo cumpliéndolos podemos ser felices, se puede decir que los mandamientos son el camino para llegar a la felicidad.
Niño: A pesar de que es verdad lo que me estás diciendo, ¿crees que podemos cumplir los mandamientos?
Jesús: Claro que sí. Pero con la ayuda de la gracia.
Mandamientos de la Iglesia
Niño: Otra cosa. Los Mandamientos de la Iglesia ¿son distintos de los Mandamientos de la Ley de Dios?
Jesús: Más que distintos, los mandamientos de la Iglesia señalan algunas maneras de agradar a Dios. Supongo que sí sabes los principales.
Niño: ¡Claro que los sé!
Niño: 1º Participar en la misa todos los domingos y fiestas de precepto.
Niño: 2º Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte o si se ha de comulgar.
Niño: 3º Comulgar por Pascua.
Niño: 4º Hacer algún sacrificio los viernes y algún otro día según las normas de la Iglesia.
Niño: 5º Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Jesús: Muy bien. Pues mi Iglesia ha puesto esos mandamientos porque algunos se olvidan de santificar el domingo, o de confesar y comulgar, o de hacer penitencia, cosas que son muy necesarias para seguir siendo amigos míos; también hay quienes se olvidan de ayudar con sus bienes a las necesidades de la Iglesia, como puede ser ayudar a los pobres, a las misiones, a los seminarios, a las necesidades que tiene la propia parroquia...
ORACIÓN
Padre, ¿qué he de hacer para amar a Jesús y para amarte a ti? Y ¿qué he de hacer, además, para amar a los hombres como Él los amó?
¿Sabes qué te pido, Padre? Que me des tu Espíritu para que me enseñe a amarte de verdad, a amarte sin esperar nada a cambio, sin buscar premios; es que quiero parecerme cada día más a tu Hijo Jesús, que te amó y te obedeció hasta dar su vida en la cruz por mí.
José Gea