Los ejemplos son diez veces
más útiles que los preceptos.
-Albert Einstein-
Mi amigo Patxi, ateo él, anticlerical y moderno-progresista anda en crisis. Y la culpa la tengo yo.
Estábamos charlando mientras paseábamos. Despotricaba él, como es habitual, contra todo lo divino y humano. Sobre todo, lo divino. Pasamos por la puerta de un local con apariencia de restaurante modesto y entramos.
En realidad, no era un restaurante sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza, junto a individuos solitarios que vestían al estilo «yo mismo».
Patxi casi da un respingo cuando vio a una monja sirviendo la comida en las bandejas. Aquello era un comedor social y así, de golpe y porrazo, mi amigo Patxi se vio rodeado de la realidad de la crisis: gente necesitada.
Quiso retirarse, pero la religiosa no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que, de segundo, había filetes acompañados de tomate. Para postre podía escoger entre fruta o un helado riquísimo que le había regalado una empresa.
Nos sentamos a una mesa donde un matrimonio mayor comía en silencio sin atreverse a levantar los ojos del plato.
Al lado, un hombre dicharachero con pinta de trabajador en paro, se puso a contarnos su vida mientras devoraba el filete.
Patxi no podía creer lo que estaba sucediendo y me hacía gestos de:
─¡Vámonos!
─ Aguanta, Patxi. Espera un poco; va a ser una experiencia única.
Nadie nos pidió nada por darnos de comer. Ni nos preguntaron por nuestras creencias, aunque aquello, evidentemente, era una obra social de la Iglesia.
Al salir nos despedimos de la religiosa que se nos acercó con una sonrisa: Vuelvan cuando lo necesiten y, si no estoy, digan que vienen de parte mía. Me llamo Esperanza.
─ Oye, Patxi, perdona, ¿conoces algún comedor social regido por ateos o sindicatos, que no pidan nada y que den todo: comida, sonrisa, esperanza?
Mi amigo, Patxi, ateo él, anticlerical y moderno-progresista me miró con ojos desarmados y aún no ha abierto la boca. Desde que se topó con Sor Esperanza, los cimientos de su ateísmo andan con aluminosis
más útiles que los preceptos.
-Albert Einstein-
Mi amigo Patxi, ateo él, anticlerical y moderno-progresista anda en crisis. Y la culpa la tengo yo.
Estábamos charlando mientras paseábamos. Despotricaba él, como es habitual, contra todo lo divino y humano. Sobre todo, lo divino. Pasamos por la puerta de un local con apariencia de restaurante modesto y entramos.
En realidad, no era un restaurante sino un autoservicio frecuentado por gente de toda condición. Había personas ataviadas a la antigua usanza, junto a individuos solitarios que vestían al estilo «yo mismo».
Patxi casi da un respingo cuando vio a una monja sirviendo la comida en las bandejas. Aquello era un comedor social y así, de golpe y porrazo, mi amigo Patxi se vio rodeado de la realidad de la crisis: gente necesitada.
Quiso retirarse, pero la religiosa no lo dejó. Le sonrió y le dijo que no se preocupara, que la primera vez es la más complicada, que no debía avergonzarse de nada, que el cocido estaba buenísimo y que, de segundo, había filetes acompañados de tomate. Para postre podía escoger entre fruta o un helado riquísimo que le había regalado una empresa.
Nos sentamos a una mesa donde un matrimonio mayor comía en silencio sin atreverse a levantar los ojos del plato.
Al lado, un hombre dicharachero con pinta de trabajador en paro, se puso a contarnos su vida mientras devoraba el filete.
Patxi no podía creer lo que estaba sucediendo y me hacía gestos de:
─¡Vámonos!
─ Aguanta, Patxi. Espera un poco; va a ser una experiencia única.
Nadie nos pidió nada por darnos de comer. Ni nos preguntaron por nuestras creencias, aunque aquello, evidentemente, era una obra social de la Iglesia.
Al salir nos despedimos de la religiosa que se nos acercó con una sonrisa: Vuelvan cuando lo necesiten y, si no estoy, digan que vienen de parte mía. Me llamo Esperanza.
─ Oye, Patxi, perdona, ¿conoces algún comedor social regido por ateos o sindicatos, que no pidan nada y que den todo: comida, sonrisa, esperanza?
Mi amigo, Patxi, ateo él, anticlerical y moderno-progresista me miró con ojos desarmados y aún no ha abierto la boca. Desde que se topó con Sor Esperanza, los cimientos de su ateísmo andan con aluminosis