A uno le gusta el cine. En los últimos tiempos estoy viendo mucho cine, más que en otros períodos de mi vida: ver cine, convengamos, nunca fue tan fácil. El caso es que queriendo o sin querer, estoy alternando muchas películas de los últimos años, del presente siglo si quieren Vds., con películas de los años 70, 80 y 90, un ejercicio de lo más interesante y ameno para comprobar cómo ha cambiado la vida cotidiana en tan breve período de tiempo. Pues bien, entre esas cosas que tanto han cambiado, una tan baladí, -¿o no tanto?-, como la que doy en llamar “el papel del beso en el ciclo cinematográfico del amor”.
El beso va unido a la séptima de las artes como no lo va unido a ninguna otra de ellas. Es verdad que hay pinturas memorables centradas en el beso… que se lo digan a Gustav Klimt…; como hay también esculturas… que se lo digan a Rodin…; y hay canciones… que se lo digan a Consuelito Velázquez…; y hay relatos… que se lo digan a Becquer… Pero ninguna de las artes humanas tan tributaria del beso como la Séptima de ellas. Más de la mitad, bastante más de la mitad de las películas, contienen en algún momento de su desarrollo, a menudo en su momento álgido, un beso… besos cortos, besos largos; besos furtivos, besos legales; besos inesperados, besos previsibles; besos cándidos, besos apasionados; besos castos, besos pecaminosos; besos donados, besos robados… tantos y tantos besos…
Pero hay una diferencia grande en el papel que esos besos, que fueran de un tipo que fueran de otro, ocupaban en el guión de las películas a las que tanto embellecían (y embellecen) con su presencia. En las de los años 80, 90, el beso era un fin en sí mismo, y del beso a la consumación del acto sexual (implícita o explícita) mediaba un mundo… Y eso si, efectivamente, ésta se producía, porque, como en la vida, muchos grandes amores cinematográficos terminaban, se completaban, se perfeccionaban, en el puro beso… amores juveniles, amores de verano, amores de escapada, amores imposibles, amores inoportunos, amores furtivos, amores prohibidos… en el beso consumaban el “pecado” y, reflejo fiel de la vida de entonces, en él culminaban la historia sin traspasar necesariamente otras fronteras…
En las películas actuales el papel del beso ha quedado reducido al de mera antesala del coito… Y es que en el cine de hoy, la única apuesta posible apenas estriba en el número de segundos o milisegundos que mediará entre la escena rápida, obligada y apenas protocolaria del beso y la escena larga en la que el director se explaya de la consumación coital, que sea ésta sobre una cama, que sea contra la pared, que sea en la playa, en el ascensor, sobre un escritorio o en el mismísimo retrete… Lo más gracioso del caso es que incluso cuando el guión se desarrolla en los años 60, 70, 80, si la película es actual el beso es tratado de parecida manera, y no como lo hacía el cine de su época, no por ello menos fiel a la realidad con la que convivió que el actual… ¿una manifestación más de la manipulación de la historia a la que tan afectos son los tiempos actuales?
En fin amigos, así son las cosas… cada uno sabrá que es más bonito y qué le gustaba o le gusta más. Yo por mi parte, cumplo con llamar la atención de Vds. hacia el curioso hecho y me despido una vez más, no sin desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Pero esta vez con un beso… ¡qué menos! ¿no les parece?
©L.A.
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