Acompañados por su consiliario, D. Félix del Valle Carrasquilla, niños, adolescentes, jóvenes y adultos del grupo Oasis de Toledo, en número de más de 130, han participado en la edición 2019 de la Pascua de este año litúrgico en el Seminario Menor “Tomás de Villanueva” de Toledo, con el lema “Me sobrecoge Tu Amor”. Más que una convivencia pascual ha sido una experiencia personalizada de la fe, de la presencia renovadora de Cristo Resucitado.
El preámbulo del Triduo Pascual estaba de alguna manera marcado por nuestro hombre viejo, débil y pecador, que también dentro de nuestra querida Iglesia era preciso transformar, purificar y renovar. A ello pienso que ha contribuido como una ayuda importante la reflexión de D. Félix del Valle, publicada en un encarte de la revista Ecclesia, titulado “Tibieza y mediocridad. La Iglesia ante la crisis por los escándalos sexuales”.
Nos introdujimos en la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo desde el pórtico de reconciliación: dolor de los pecados, arrepentimiento, confesión y penitencia, desde la mañana del Jueves Santo. Reflexionamos sobre cómo el pecado capital de la soberbia se vence con la virtud de la humildad, la avaricia con la generosidad, la lujuria con la castidad, la envidia con la caridad, la ira con la paciencia, la gula con la templanza y la pereza con la diligencia.
El Jueves Santo en la Cena del Señor, comenzando el Triduo Pascual, fue el día del encuentro y de la fraternidad, de los grupos, del saludo y de la bienvenida, de un grupo cada vez más numeroso y familiar, que va creciendo en Toledo como una planta bien regada y abonada por el Señor, que va agregando a su Cuerpo a quienes tienen sed por vivir, de cerca y desde dentro, una Pascua llena de piedras vivas y rostros que Le hacen presente.
El Viernes Santo lo marcó la imagen del lema, la cruz y dar la mano al crucificado, como sugería el cartel de Pascua, en un sobrecogimiento agradecido. A eso ayudó también una cruz blanca en una piedra punteada, como porosa, que se nos entregó el Jueves, mostrando la necesidad de una disposición de "esponjamiento" de Su Gracia, de los testimonios de Su Amor, hasta el extremo, por nosotros. Su blancura como espera de renovación total. Un cordón de cuero unido a un alambre que atravesaba la cruz nos recordaba ser sencillos, humildes, mantenernos unidos a lo único necesario, a lo esencial.
El Sábado fue un día de silencio, meditación, oración y espera paciente junto a María, para compartir desde Su Corazón de Madre toda ingratitud, indiferencia, dolor, pero también todo anhelo, fe y esperanza. En este día alitúrgico, María, como en una segunda Visitación o Anunciación, aceptaba en un dolor ofrecido por amor, el cumplimiento de las promesas y sorpresas de Dios, Padre Bueno, todo Amor, Don inmerecido y Salvación nuestra.
La preparación más inmediata a la Pascua fue motivada por una actividad, muy sencilla y emotiva, en la tarde del Sábado Santo, la “Operación Resurrección”, donde a través de distintos elementos litúrgicos, como el agua, la luz y la Palabra, se nos hacían más comprensible y cercanos los distintos momentos que luego en la Vigilia Pascual íbamos a vivir y compartir en comunidad.
De la Pascua, como resumen, me quedé con la renovación en cada uno. No como un efecto más, sino el principal. No puedo perdonarme o renovarme del todo, como no puedo operarme a mí mismo, dijo D. Félix, sino que es un acto que lo lleva a cabo Otro, el principal interesado en darnos de nuevo Su Gracia, el regalo de la vida nueva, que se nos dio y que no supimos o no quisimos acoger, que desperdiciamos con el paso del tiempo y la acción del pecado.
Es, por tanto, el momento de la regeneración pascual, a todos los niveles y en todos los ambientes, de vivir como resucitados en el Resucitado, de mantener viva la llama de la fe en un amor que nos sobrecoge, porque es extremo y eterno, porque es para cada uno de nosotros, porque es verdad, porque es experimentable, en persona, e invita a cambiar y convertir continuamente los propios deseos y necesidades, los criterios de acción, pensamientos, sentimientos, por los de Él, unidos con Él de la mano, siendo uno con Él, como recordaba el cartel de la Pascua.
Mientras termino esta pequeña crónica, leo en Vatican News que el Papa Francisco nos invita en su “Bendición Urbi et Orbi” a identificar los rasgos de Cristo resucitado. En primer lugar: está vivo, es nuestra esperanza lo que él toca se hace nuevo. En segundo lugar: los deseos de Jesús para con nosotros: nos quiere vivos, nos acompaña y espera, no para condenarnos sino para volver a empezar. En momento de desolación nos devuelve la fuerza y la esperanza.
Termina el Papa diciendo: “Dejémonos renovar por Él. ¡Feliz Pascua!”.
[Me admiro de la coincidencia de esta expresión con el título que había elegido antes para este artículo.]