Vivid con conciencia clara de cómo vivís, no como necios,
sino como sabios, aprovechando el tiempo…
Por esto, no seáis insensatos, sino conocedores
de cuál es la voluntad del Señor.
(Ef. 5, 1517)
Todos los hombres nos quejamos de lo mismo: “No me da la vida”, “No tengo tiempo”, “Dios se equivocó al hacer el día con solo 24 horas”… y nos pasamos la vida corriendo en persecución del tiempo como los hombres grises de Momo.
Basta con asomarnos a la calle y ver a las personas que van y que vienen, marchan y corren. Las bicis, las motos, corren; los coches, corren; los camiones, los autobuses, corren; la calle, corre; la ciudad, corre…y siempre la misma excusa: perdona; no tengo tiempo.
Y, sobre todo, Señor, no tenemos tiempo para ti y tus cosas porque:
* Los niños tienen que jugar y no les sobra tiempo para ti.
* Los adolescentes tienen sus clases y tantos trabajos complementarios que…no tienen, Señor, tiempo para ti.
* Los adolescentes, además, tienen que hacer deporte y, claro, les falta tiempo para ti.
* Los padres andan como locos con el trabajo, la atención a los hijos, las relaciones sociales… ¿De dónde, Señor, sacan tiempo para ti?
* Cuando llegamos a mayores nos pasa lo de la jota aragonesa: No voy a misa porque estoy cojo, pero voy a la taberna poquito a poco.
Vivimos zambullidos en lo efímero, corriendo tras lo inmediato, llenándonos de lo material mientras reducimos al mínimo lo espiritual.
Y el caso es que nos gustaría tener tiempo para los demás, para acompañar, para leer, para reflexionar, incluso…incluso para rezar.
- Tú has debido equivocarte en tus cálculos, Señor; las horas resultan demasiado cortas, los días pasan volando, la vida es pura brevedad y, claro, no tenemos tiempo para ti. ¿Nos comprendes, Señor?
- Lo comprendo, ¡cómo no!, pero este problema enorme tiene una fácil solución.
- ¿Fácil, Señor?
- Sí, porque mejora el mundo y abre las puertas de la salvación. La solución no es exprimir el tiempo, sino ejercitar el Amor.
sino como sabios, aprovechando el tiempo…
Por esto, no seáis insensatos, sino conocedores
de cuál es la voluntad del Señor.
(Ef. 5, 1517)
Todos los hombres nos quejamos de lo mismo: “No me da la vida”, “No tengo tiempo”, “Dios se equivocó al hacer el día con solo 24 horas”… y nos pasamos la vida corriendo en persecución del tiempo como los hombres grises de Momo.
Basta con asomarnos a la calle y ver a las personas que van y que vienen, marchan y corren. Las bicis, las motos, corren; los coches, corren; los camiones, los autobuses, corren; la calle, corre; la ciudad, corre…y siempre la misma excusa: perdona; no tengo tiempo.
Y, sobre todo, Señor, no tenemos tiempo para ti y tus cosas porque:
* Los niños tienen que jugar y no les sobra tiempo para ti.
* Los adolescentes tienen sus clases y tantos trabajos complementarios que…no tienen, Señor, tiempo para ti.
* Los adolescentes, además, tienen que hacer deporte y, claro, les falta tiempo para ti.
* Los padres andan como locos con el trabajo, la atención a los hijos, las relaciones sociales… ¿De dónde, Señor, sacan tiempo para ti?
* Cuando llegamos a mayores nos pasa lo de la jota aragonesa: No voy a misa porque estoy cojo, pero voy a la taberna poquito a poco.
Vivimos zambullidos en lo efímero, corriendo tras lo inmediato, llenándonos de lo material mientras reducimos al mínimo lo espiritual.
Y el caso es que nos gustaría tener tiempo para los demás, para acompañar, para leer, para reflexionar, incluso…incluso para rezar.
- Tú has debido equivocarte en tus cálculos, Señor; las horas resultan demasiado cortas, los días pasan volando, la vida es pura brevedad y, claro, no tenemos tiempo para ti. ¿Nos comprendes, Señor?
- Lo comprendo, ¡cómo no!, pero este problema enorme tiene una fácil solución.
- ¿Fácil, Señor?
- Sí, porque mejora el mundo y abre las puertas de la salvación. La solución no es exprimir el tiempo, sino ejercitar el Amor.