El Papa Francisco nos ha dado un comentario precioso sobre el Padrenuestro en las Audiencias de los miércoles durante unos meses. Su enseñanza afianza nuestro vivir cristiano. Es vital para nosotros no solo hacer oraciones, sino tener ambiente de oración; comunicación con Dios nuestro Padre. “Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: Abba, Padre” (Rm 8, 15). El Bautismo nos hizo hijos suyos, y solo la oración filial es propia del cristiano. Así oraba Jesús, como Hijo con su Padre, y así, con el mismo Espíritu, debemos orar nosotros.
Señala el Papa que la primera jornada de Jesús, narrada por el Evangelista San Marcos, es desconcertante. Había sido un triunfo total. Jesús termina la jornada orando. Allí le encuentran los discípulos, a primera hora de la mañana, cuando toda la gente lo busca. “Y, sin embargo, Él no se desvincula; no termina siendo rehén de las expectativas de quienes lo han elegido como líder. Hay un peligro para los líderes: apegarse demasiado a la gente, no mantener distancias. Jesús se da cuenta y no termina siendo rehén de la gente. Desde la primera noche en Cafarnaúm, demuestra ser un Mesías original. Al amanecer, los discípulos todavía lo buscan, pero no consiguen encontrarlo. ¿Dónde está? Hasta que, por fin, Pedro lo encuentra en un lugar aislado, completamente absorto en la oración y le dice: 'Todos te están buscando'”.
Amar la voluntad del Padre es la fuente de su alegría y fortaleza. Algunas páginas son especialmente significativas: Getsemaní, la última invocación al Padre: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.
Jesús oraba en los actos públicos de su pueblo y también busca lugares apartados, los montes y el desierto. Una oración con palabras propias y con los salmos que le había enseñado su Madre. Es importante conocer la narración de San Lucas en el capítulo 11. Viendo orar a Jesús, los discípulos le piden que les enseñe a orar: “Jesús rezaba como reza cada hombre en el mundo. Y, sin embargo, en su manera de rezar había un misterio encerrado, algo que seguramente o había escapado a los ojos de los discípulos; por este motivo, tienen esta súplica: 'Señor, enséñanos a orar'. Ellos veían a Jesús que rezaba y tenían ganas de aprender a rezar: 'Señor, enséñanos a orar'. Y Jesús no se niega, no está celoso de su intimidad con el Padre, sino que ha venido precisamente para introducirnos en esa relación con el Padre. Así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere serlo para todos nosotros. También nosotros deberíamos decir: 'Señor, enséñame a rezar. Enséñame'”.
No hay mejor manera de enseñar a orar que haciendo oración. Al comenzar esta serie de artículos sobre la oración del Padrenuestro, debemos recordar nuestra oración para quitar rutinas y clamando con humildad: “Por eso, al comenzar este ciclo de catequesis sobre la oración de Jesús, lo más hermoso y justo que todos tenemos que hacer es repetir la invocación de los discípulos: '¡Maestro, enséñanos a rezar!'”