[Después de largo tiempo sin tocarlo, volvemos a la carga, a continuar glosando la obra de Händel. ¿Qué será de esta nueva andadura tras el paréntesis? Es difícil volver al mismo tono compositivo. Afortunadamente el silencio llegó en un momento de cambio. Tras la Ascensión comienza un nuevo tiempo]
El Señor pronuncia un oráculo, millares pregonan la alegre noticia (Sal 68 (67), 12).
Y, como es una multitud de predicadores, el coro triunfalmente es el que lo canta. Lo hace así porque esa palabra pronunciada por el Señor no es otra cosa que la victoria sobre el pecado, el mal y la muerte: la Resurrección de Cristo.
Es solamente un solo oráculo, es una única palabra, porque única es la Verdad. En su Ascensión, el Cuerpo de Cristo ya no es perceptible por los sentidos en la forma en que lo fue para sus discípulos primeros, pero no nos ha dejado en el silencio. Sus enviados pronuncian con sus muchas voces y en sus muchas lenguas esa única Palabra; lo único que nos ha dicho el Padre es el Hijo eterno, hecho hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Una única Palabra pronunciada desde la eternidad. Una Palabra de la que no puedo disponer, que no me puedo inventar, que no puedo moldear. Y, sin embargo, una Palabra que el oyente con fe hace suya. Una Palabra que, en quien la anuncia movido por el Espíritu, es, a la par, Palabra divina y de aquel que la proclama.
Miles de voces y una sola Palabra. Y el versículo que dice esa única Palabra es cantado por muchos. Händel pone la primera parte en voces masculinas y la segunda es cantada por todo el coro y, a continuación, alterna, primero las femeninas y luego todos. Con muchas voces trata de decir la Única en lo múltiple.
Y esta única Palabra, hecha pregón en las voces de todos los creyentes de la historia, es buena noticia hasta el último rincón de la tierra, Evangelio, alegría de la salvación, de participar en un triunfo. Noticia que hace presente la realidad de la Resurrección, pero presencia de lo que aún está también ausente. No es todavía visión; es noticia de alegre esperanza, real vivencia y pregustación de los bienes futuros.
Noticia que no coacciona, que no quiebra la libertad, que invita y atrae, en miles de voces, en miles de historias de salvación que la han acogido ya, hacia sí: "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mc 8,34). Alegre noticia.
¿Y por qué miles de voces, miles de vidas en Él vividas, para decir la única Palabra? Miríadas de diferentes criaturas hablan de la insondable simplicidad de la Bondad del Creador. Miles de vidas, miles de voces humanas para expresar la riqueza una e inabarcable de la Resurrección del Señor.
Es solamente un solo oráculo, es una única palabra, porque única es la Verdad. En su Ascensión, el Cuerpo de Cristo ya no es perceptible por los sentidos en la forma en que lo fue para sus discípulos primeros, pero no nos ha dejado en el silencio. Sus enviados pronuncian con sus muchas voces y en sus muchas lenguas esa única Palabra; lo único que nos ha dicho el Padre es el Hijo eterno, hecho hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Una única Palabra pronunciada desde la eternidad. Una Palabra de la que no puedo disponer, que no me puedo inventar, que no puedo moldear. Y, sin embargo, una Palabra que el oyente con fe hace suya. Una Palabra que, en quien la anuncia movido por el Espíritu, es, a la par, Palabra divina y de aquel que la proclama.
Miles de voces y una sola Palabra. Y el versículo que dice esa única Palabra es cantado por muchos. Händel pone la primera parte en voces masculinas y la segunda es cantada por todo el coro y, a continuación, alterna, primero las femeninas y luego todos. Con muchas voces trata de decir la Única en lo múltiple.
Y esta única Palabra, hecha pregón en las voces de todos los creyentes de la historia, es buena noticia hasta el último rincón de la tierra, Evangelio, alegría de la salvación, de participar en un triunfo. Noticia que hace presente la realidad de la Resurrección, pero presencia de lo que aún está también ausente. No es todavía visión; es noticia de alegre esperanza, real vivencia y pregustación de los bienes futuros.
Noticia que no coacciona, que no quiebra la libertad, que invita y atrae, en miles de voces, en miles de historias de salvación que la han acogido ya, hacia sí: "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mc 8,34). Alegre noticia.
¿Y por qué miles de voces, miles de vidas en Él vividas, para decir la única Palabra? Miríadas de diferentes criaturas hablan de la insondable simplicidad de la Bondad del Creador. Miles de vidas, miles de voces humanas para expresar la riqueza una e inabarcable de la Resurrección del Señor.