Comienza el Papa esta catequesis sentando una realidad importante: La Eucaristía es una oración y una oración fundamental del cristiano: “Para comprender la belleza de la celebración eucarística, deseo empezar por un aspecto muy sencillo: la misa es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más «concreta». De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor”.
Es una oración litúrgica, no sujeta a nuestros sentimientos subjetivos. Es una oración comunitaria. Todas las plegarias de la Eucaristía están en plural. No es una devoción particular. Es poner el corazón junto a cristo Crucificado y Resucitado que se frece al Padre.
Jesús llama a sus discípulos a estar con Él. Este momento lo experimentamos en la Eucaristía como en ningún otro sitio: “Esta, por tanto, es la gracia más grande: poder experimentar que la Misa, la Eucaristía, es el momento privilegiado de estar con Jesús, y, a través de Él, con Dios y con los hermanos”.
Orar es siempre un diálogo y para escucharnos, necesitamos silencio. También participar en la Eucaristía, requiere silencio: “Rezar, como todo verdadero diálogo, es también saber permanecer en silencio- en los diálogos hay momentos de silencio- en silencio junto a Jesús. Y cuando nosotros vamos a misa, quizá legamos cinco minutos antes y empezamos a hablar con Él a nuestro lado. No es el momento de hablar: es el momento del silencio para prepararnos al diálogo. Es el momento de recogerse en el corazón. ¡El silencio es muy importante! … Jesús mismo nos enseña cómo realmente es posible «estar» con el padre y nos lo demuestra con su oración. Los Evangelios nos muestran a Jesús que se retira a lugares apartados a rezar; los discípulos, viendo esta íntima relación con el Padre, sientes deseos de participar, y le preguntan: «Enséñanos a orar»”.
En la oración debemos tener el corazón abierto para dejarnos sorprender. La oración no es una relación de repetición como los loritos. “No, es fiarse y abrir el corazón para dejarse maravillar. ¿Nos dejamos sorprender por Dios, que es siempre el Dios de las sorpresas? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo, no es un encuentro de museo. Es un encuentro vivo y nosotros vamos a misa, no a un museo. Vamos a un encuentro vivo con el Señor”.
Como Nicodemo podemos renacer en la oración eucarística. En medio de tantas tragedias, se puede tener esperanza. Ir a la Eucaristía para encontrar de nuevo al Señor es fundamental. “De hecho, se puede perder fácilmente, porque a causa de tanta actividad, de tantos proyectos que realizar, al final nos queda poco tiempo y perdemos de vista lo que es fundamental: nuestra vida del corazón, nuestra vida espiritual, nuestra vida que es encuentro con el señor en la oración”.
En la Eucaristía tenemos la experiencia permanente del amor de Dios. “En verdad, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama también en nuestras debilidades”.