El Evangelio de hoy domingo es de los que resultan incómodos para quienes venden buenismo relativista dentro de una caja recubierta trozos escogidos de los evangelios. La complicidad se vende disfrazada de misericordia y la contrición se intercambia por píldoras de misericordina. San Pablo nos indica en Romanos 11, 5 que existe y existirá un resto fiel que no se dejará convencer por el mundo: “Así también aun en este tiempo ha quedado un resto escogido por Gracia.” La Gracia de Dios anida en el corazón que necesita Esperanza y se abre a ella con confianza completa y total por el Señor. Cuando nos hablan de una salvación de “todos” y no de “muchos”, están deformando el Mensaje Cristiano para hacerlo vendible y comprable por todos. Hoy en día no resulta atractivo, comprable, motivador, lo que conlleva negación de sí mismo, por lo que el Mensaje Cristiano se adecúa para ser vendido y comprado como una mercancía más.
¿Qué dijo, pues, al oír son pocos los que se salvarán? Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Habiendo oído el Señor la pregunta: ¿Son pocos los que se salvan?, confirmó lo oído. Por una puerta estrecha entran pocos. El mismo Señor dijo en otro lugar: Estrecho y angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos entran por él. Ancho y espacioso es el que conduce a la perdición, y son muchos los que caminan por él: ¿Por qué sentimos alegría frente a las multitudes? Oídme vosotros los pocos. Sé que sois muchos, pero obedecéis pocos. Veo la era, pero busco el grano. Cuando se trilla en la era, el grano apenas se ve; pero llegará el tiempo de la bielda. Pocos son, pues, los que se salvan en comparación de los muchos que se pierden. Pero estos pocos han de constituir una gran masa. Cuando venga el aventador trayendo en su mano el horquilla, limpiará su era, recogiendo el trigo en el granero, y la paja la quemará en fuego inextinguible. No se burle la paja del trigo. Esto es hablar la verdad y no engañar a nadie. Sed muchos entre los muchos, pero sabiendo que en comparación de cierta clase de muchos sois pocos. Porque de esta era ha de salir tanto grano que llene los graneros del cielo. Pero no puede contradecirse quien dijo que son pocos los que entran por la puerta estrecha y muchos los que perecen por el camino ancho. (San Agustín. Sermón CXI, 3)
Igual que San Agustín podemos preguntarnos “¿Por qué sentimos alegría frente a las multitudes?” y despreciamos el Resto Fiel, la Iglesia Remanente que se empecina en ser honesta, coherente y constante. Nos sucede lo mismo con el relativismo, el cristo-buenismo. Lo preferimos porque nos permite dejar de ser parte del problema y llegar a ser parte de la "solución". A quienes han abierto su corazón con humildad a la Gracia de Dios se les tacha de rigoristas, fundamentalistas y hasta de enfermos de ortodoxia. Ya no se habla de la Gracia de Dios y sí de la cómplice indiferencia buenista que resulta tan valorada.
Es interesante leer o recordar la sociedad que muestra Hugh Benson en su novela profética, el “Señor del mundo”. Una sociedad que se acomoda a una espiritualidad humanista que hace del ser humano su centro, pero que en el fondo desprecia al ser humano promoviendo la eutanasia como el mejor final que podemos tener. El maligno anda muy activo, dentro y fuera de la Iglesia, por lo que debemos estar atentos. Los caminos anchos sólo conducen a la perdición aunque nos lo ofrezcan con todas las bendiciones eclesiales. Ofrecer el Evangelio como algo divertido, atractivo y emocionante, forma parte de la estrategia de venta. Ofrecer el Verdadero Evangelio es hablar de esperanza que llena el corazón, el entendimiento y nuestra voluntad. Esperanza que requiere de la previa conversión y confianza infinita en el Señor.
Aunque es necesario admitir que el cristianismo reconforta a la sociedad en muchos aspectos, es importante tener claro que no es una ideología social que busca crear un paraíso en la tierra. No busca traer paz, sino fuego que incendie las estructuras que sostienen el pecado. No trae unidad aparente, sino radical oposición a la complicidad que nos adormece. No trae la paz del mundo, que es silencio, indiferencia y lejanía. Trae la paz de corazón que nos permite seguir adelante intentado ser parte de ese resto fiel que Cristo desea encontrar cuando vuelva de nuevo.