Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¿BARNIZ O DISOLVENTE?
El otro día estaba barnizando unas piezas, bueno, bastantes piezas, preparándolas para meterlas al horno. Y así... pincel arriba, pincel abajo... estuve un buen rato.
Pero, de pronto, vi en mi mano izquierda la jarra del disolvente en lugar de la jarra del barniz.
¿Había echado disolvente a todo en lugar del barniz?
"No puede ser", pensaba mientras iba a buscar a Sión para ver si ella se acordaba de cuál era cuál.
Era imposible recordarlo, dos jarras prácticamente iguales, con líquidos del mismo color... lo más seguro era que hubiese echado el equivocado.
Y allí comenzó mi cabeza a dar vueltas, ¡qué metedura de pata! Y encima se me ha ido todo el rato, y no me da tiempo para volver a echar barniz a todo...
Mis justificaciones me invitaban a no decir nada, y a rectificar como si nada hubiese pasado, pero dentro de mí sabía perfectamente que ése no era el camino.
Al final, en lugar de arreglármelas sola, me acerqué a Lety y le conté lo que me había ocurrido, sabiendo que me iba a acoger, y que me ayudaría a encontrar la mejor forma de solucionarlo. Y así fue, era tan sencillo como volver a dar barniz, pero ya iba con la seguridad de su experiencia en el tema.
Menos mal, se trataba del trabajo de todas y no nos podíamos permitir la pérdida de ninguna pieza, porque eran las últimas que nos quedaban.
Cuando uno mete la pata, todo lo ve cuesta arriba, y le cuesta compartirlo con sencillez por miedo a perder la imagen que uno piensa que los otros tienen de él. Y, sin embargo, luego todo suele ser mucho más fácil de lo que nos imaginamos.
Y, ¡cuánto ayuda meter la pata de vez en cuando! Sí, porque recuerdo que luego le ocurrió lo mismo a otra hermana, y ya mi mirada sobre la situación era totalmente distinta que si le hubiera ocurrido a ella primero. Al igual que si ves que alguien tiene una mala contestación o un tropezón, cuando tienes reciente una metedura de pata propia, te cuesta poco disculparlo. Te das cuenta de que, en definitiva, todos somos igual de pobres, y que nadie es perfecto. Esto te da una libertad enorme para ser tú mismo, para arriesgar sin miedo a equivocarte.
Esta experiencia es de amor auténtico, de Amor con mayúsculas. Y es que Jesús nos dijo: "Amaos los unos a los otros"; pero completó la frase "como Yo os he amado". Sólo cuando nos hemos sentido amados en nuestra pobreza, en nuestra pequeñez, podemos amar al otro con la misma mirada con la que nos han mirado a nosotros.
Hoy el reto del Amor es mirar la pobreza del otro con amor, con paciencia, tal y como has experimentado que antes lo han hecho contigo.