Soltar el vaso
Aquellos que no saben cómo combatir
la preocupación mueren pronto.
Alexis Carrel (Nobel de medicina).
Un psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua y preguntó:
—¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo respondió:
—El peso absoluto no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más difícil de soportar se vuelve.
Y continuó:
—Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada.
Y cerró su lección con una solución en forma de consejo:
—¡Acuérdate de soltar el vaso!
El doctor Josep F. Montague dice: «Las ulceras de estómago no vienen de lo que se come. Vienen de lo que se está comiendo a uno».
Para curar el cuerpo hay que curar primero la mente, y curar la mente significa librarla de cargas como la preocupación.
Hay que comprender los problemas y tomar con calma decisiones. Pero la preocupación consiste en dar vueltas enloquecidamente y sin sentido a un asunto.
Y la preocupación puede abarcar problemas físicos, laborales, familiares, espirituales... Por eso tener fe en Dios, aprender a dormir bien, amar la buena música y ver el lado más divertido de la vida son fuentes de salud y felicidad.
Todo lo que viene de la mano de Dios produce buen fruto. Hay que aprender a utilizar las circunstancias de cada momento para crecer sin dejarnos aplastar por la preocupación. La sabiduría de la vida enseña que, más que buscar problemas, lo que hay que hacer es tolerarlos en paz cuando lleguen. Arremangarse y abandonarse a la confianza. Las dos cosas, con toda paz. Tenemos que complicarnos la vida por Dios, y para crecer como personas, por supuesto. Pero no nos engañemos: él se halla en medio de los acontecimientos de nuestra vida diaria. La clave está en elevar la mirada por encima de las preocupaciones y ver que arriba, sobre la tormenta, sigue brillando el sol.
Los que tenemos fe gozamos de una fuerza enorme que nos puede hacer invencibles, porque cogidos de la mano de la Madre, en cualquier momento, podemos «soltar el vaso».
Y eso aunque humanamente cueste, claro.