Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
EFECTO SENSORIAL
En un campamento sobró comida, pasaron por el convento y nos la regalaron. Había cosas muy ricas, pero nos llamó la atención un montón de cajas de rollitos mexicanos. Tenían una pinta de chuparse los dedos.
Al día siguiente los pusieron para comer. Lamentablemente, creo que no estamos acostumbradas: ¡¡era como tener un volcán en la garganta!!
Toda la Comunidad salimos del refectorio la mar de hidratadas. Personalmente, creo que me bebí una jarra entera de agua intentando sofocar el incendio...
Para colmo, de postre tenía una fruta que, de dura que estaba, podría haber servido como munición del tirachinas. ¡Con lo que me gusta a mí la fruta dulce y madura!
Resignada, comencé a pelarla. Pero, en cuanto probé el primer pedazo... ¡¡era una auténtica delicia!! Sí, estaba dura, pero, después de abrasarme el paladar, ¡aquello era pura suavidad y dulzura!
En ese momento me di cuenta: el sentido del gusto no es objetivo, ¡el sabor cambia dependiendo de qué has probado antes!
Seguramente, a veces te encontrarás con frutas duras, que parecen poco agradables, pero, ¿qué has comido antes?
Aunque te parezca increíble, ¡Cristo es como la comida mexicana! Su amor es fuerte, poderoso, ¡ardiente! Él cambia las papilas gustativas de tu corazón. La fruta seguirá siendo la misma, ¡pero ahora te sabrá diferente! Sólo quien se ha llenado del amor de Cristo puede amar de verdad a los demás.
Hoy el reto del amor es ir a un restaurante, ¡al restaurante del Amor! Te invito a que hoy busques un momento para ir a una iglesia, a una capilla. Pasa unos minutos con Jesucristo, pídele poder saborear el amor tan inmenso que te tiene. Y, cuando tu corazón rebose, ¡reparte ese mismo amor! Si hoy te encuentras con una fruta dura, regálale una palabra amable: ¡te aseguro que se volverá más dulce! ¡Feliz día!