Hace unos días estuve cenando con un buen amigo, al que conocí en el servicio militar. Pese a los años transcurridos, seguimos viéndonos con cierta frecuencia y me siendo especialmente satisfecho de matener esa amistad con alguien al que admiro. Si todas las profesiones son vocacionales, la medicina parece serlo aún más, y ya desde nuestro tiempo en la milicia universitaria, Esteban destacaba por su cercanía a los pequeños males físicos que nos aquejaban, en aquel tiempo apenas unas rozaduras o pequeñas caídas fruto de la actividad militar. Ahora, tras muchos años de duro trabajo, se ha convertido en un dermatólogo de mucho prestigio. Es uno de los principales expertos españoles en la psoriasis, una enfermedad de la piel que afecta en distintos grados a cientos de miles de personas. Me mostraba Esteban, con un razonable orgullo profesional, un artículo sobre esta cuestión que acababan de publicar en Nature Inmunology, una de las revistas de mayor prestigio mundial en investigación biomédica. Naturalmente, me alegré mucho con esa noticia. Además, se trataba de un artículo publicado por un equipo íntegramente formado por investigadores españoles, dando todavía más realce al evento.
 
Pensaba en mi amigo Esteban cuando leía los días siguientes a nuestra cena las principales noticias de los periódicos, donde naturalmente mi amigo y sus descubrimientos científicos no tenían ninguna cabida. Pese a tratarse de avances que van a suponer un enorme impulso al tratamiento de una enfermedad de gran trascendencia social, también aquí se evidenciaba que investigar en España es irrelevante para el gran público, o quizá para quienes le "dan de comer" informativamente, o tal vez ambas cosas. ¿Cuáles eran las noticias de primera página en esos días? Algo tan trascendente para la vida de todos nosotros, para nuestra salud, nuestro bienestar y nuestra felicidad como que un matrimonio estaba lidiando con la justicia para poner un nombre estrambótico a su hijo, o que miles (millones) de adolescentes (y no tan adolescentes), dedicaban decenas de horas a "perseguir" muñequitos con su móvil.
¿Cómo podemos alumbrar un mundo mejor, cuando estamos instalados en la intrascendencia, cuando los esfuerzos de personas que mejoran objetivamente nuestras vidas son ninguneados, mientras la mediocridad, la vulgaridad o la simple estulticia son jaleados por los medios de comunicación? ¿De quién depende este desenfoque de lo que es importante, frente a lo anecdótico irrelevante? ¿son las noticias que la gente quiere consumir o son la gente que estamos preparando para que consuma las noticias que queremos que consuman? ¿quién está detrás de todo esto? ¿quién elimina las asignaturas en el curriculum escolar que ayudarían a nuestros jóvenes a tener un pensamiento crítico? ¿por qué lo hacen? ¿en qué quieren convertirnos?