Un año más, henos aquí a 25 de julio, Santiago Apóstol. Muchas son las ciudades y pueblos de España que celebrarán veraniegas parrandas en fecha tan señalada, y pocas serán las que, haciéndolo, renuncien a ello… que en habiendo cerveza y calamares, este país nuestro no perdona ni media: ¡curioso que sean la caña y la tapa los que con más intensidad cada vez nos identifiquen hoy día ante el mundo!
Ahora bien, ¿quién se acuerda de que Santiago es, además de la fecha en la que el vino se enseñorea de las calles de muchos pueblos y ciudades españoles, el patrón de nuestra patria desde tiempos inmemoriales, como así certifican, sólo a modo de ejemplo, testimonios tan insignes como los de Cervantes o Quevedo (pinche aquí para conocer mejor el tema), además de oficializarlo en modo tal el Papa Urbano VIII en 1630?
Este año, sólo cinco de las diecisiete comunidades autónomas que componen el colorido y variopinto mapa regional español recogerán la fiesta patronal como festiva en sus calendarios, y una de ellas, Galicia, no lo hará como patrón de la nación sino de la región(1), hasta el punto de que con creciente intensidad, Santiago más se nos presenta como patrón de Galicia que de España.
Se supone que el Gobierno hoy día en el poder -que al fin y al cabo es el Gobierno quien decide las fiestas de ámbito estatal- es, de todos los posibles en este país nuestro ingobernable, el más propicio y afecto a la idea de la unidad nacional… pues bien, ni siquiera él ha tenido lo que hay que tener, -si es que marcar una festividad requiriera de “tener” algo especial- para hacer extensiva a todo el territorio patrio la fiesta de nuestro común patrón nacional, el que no sólo apadrinó la recuperación de España cuando ésta se perdía, sino también, después, la apertura de la Hispanidad al mundo (compruebe aquí cuánto eso es así).
Y es que amigos, reconozcámoslo como es: corren malos tiempos para la celebración del santo patrón de España. Por una parte, un mal-llamado laicismo que en realidad no es, por desgracia, sino retranca del rancio y casposo anticlericalismo hispano recuperado después de tres cuartos de siglo de provisional hibernación, arrincona, o lo intenta, todo lo que tenga que ver con la presencia del cristianismo en España, aunque se trate de las más arraigadas e inveteradas tradiciones.
Por otra, una España que no se acepta a sí misma, que no se reconoce ni en el tiempo ni en el espacio, que ni siquiera sabe qué es y qué no es, dónde empieza y dónde acaba, no anda para celebraciones de algo “tan comprometido” como un patrón de todos.
Dicho todo lo cual, he ahí el desdichado resultado: ni para establecer una fiesta en el país de la “fiesta” (uno de nuestros vocablos más internacionales), somos hoy los españoles capaces de ponernos de acuerdo. ¡España y los españoles somos así, qué se le va a hacer!
Y bien amigos, una vez más les dejo, deseándoles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Y desde luego, con un muy especial “¡Viva España!” hoy, y un no menos sentido “¡Viva Santiago apóstol, patrón de España!” que les invito a corear conmigo.
- Elevado, por cierto, a la categoría de “Día nacional de Galicia”, según establece el decreto 103/2015 de la Consellería de Trabajo y Bienestar de la Junta de Galicia.
Dedicado a mi hermano Alejandro, que me animó a escribir sobre el tema.
©L.A.
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