¿Qué padre le da a un hijo un escorpión aunque se lo pida de rodillas? Si el padre es realmente bueno, negará a su hijo lo que puede hacerle daño. De igual forma, si pedimos a Dios lo que nos hará más humildes, sencillos y santos, Dios no dejará de darnos lo que le solicitamos. Hoy en día nos parece que recibimos poco de Dios, porque no le pedimos nada o le pedimos cosas que no son Voluntad de Él. La sociedad siempre está al acecho para ofrecernos lo que deseamos y Dios no nos da, al módico precio de olvidar a Dios y adorar al becerro de oro del momento.
Tu verdad ha dicho que si llamamos nos responderán, que si golpeamos, nos abrirán, que si pedimos, recibiremos: oh Padre eterno, tus servidores están clamando tu misericordia. Respóndeles, pues. Porque sé que la misericordia es propiedad tuya y por eso no puedes rechazar a quien te la pide. Están golpeando la puerta de tu verdad, puesto que es en tu verdad, tu Hijo (Jn 14,6) que conocen el amor inefable que tú tienes al hombre. Por eso golpean tu puerta. Y es porque el fuego de la caridad no podrá, no puede no abrir a los que llaman con perseverancia.
Abre, pues, dilata, rompe los corazones endurecidos de aquellos que tú mismo has creado –si no es por los que no llaman, al menos por tu infinita bondad y por el amor de tus servidores que llaman a ti por los demás. Escúchales, Padre eterno… Abre la puerta de tu caridad ilimitada, que nos ha llegado por la puerta del Verbo. Sí, yo sé que tú abres antes que llamemos porque es con la voluntad y el amor que tú les has dado que tus siervos golpean y te llaman, por tu honor y por la salvación de sus almas. Dales, pues, el pan de vida, es decir, el fruto de la sangre de tu Hijo único. (Santa Catalina de Siena. Los Diálogos, c. 134)
Si llamamos tal como Santa Catalina indica, Dios nos ofrecerá toda su caridad y colmará nuestra llamada de forma imprevisible. También es cierto que los tiempos de Dios no son nuestros tiempos. Dios espera a que seamos capaces de recibir lo que nos quiere dar. Si nos lo diera sin haber suscitado y profundizado la capacidad de recibir sus dones, se desperdiciarían para tristeza de todos. Por eso quien pide, clama y solicita, debe esperar y dejar que Dios trabaje su corazón para permitir que aquello que solicita, sea recibido con plenitud. Tenemos que permitir que Dios actué en nosotros a través de su Gracia.
Por desgracia no es raro que despreciemos la oportunidad de hacer la Voluntad de Dios. Preferimos olvidarnos de Dios y decidimos actuar por nuestra cuenta. Si Dios parece que tarda un segundo más de lo que somos capaces de resistir, olvidamos a Dios y nos lanzamos a conseguir lo que sea con nuestras limitadas fuerzas. “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan sus constructores” (Sl 127, 1) Dejemos que sea Dios quien vaya conformando el camino que cada uno de nuestros pases debe de dar. Dejemos que sea Él quien construya el camino de nuestra vida, porque así andaremos el camino de la santidad.
No se trata de quedarnos quietos para que Dios lo haga todo, como la ideología quietista nos ofrece. Tampoco se trata de olvidarnos de Dios y ser nosotros quienes decidamos y construyamos directamente. El Pelagianismo genera más problemas de los que arregla. Lo podemos ver en nuestros gobiernos actuales, que nacen desde la más triste ignorancia de Dios y que cada medida que toman para arreglar algo, genera tres problemas adicionales. Lo podemos ver en la vida de tantas personas que ignoran a Dios y caminan por el camino de la desesperación. Si Dios no es la meta de nuestro camino ¿A qué lugar nos llevan nuestros pasos cuando olvidamos a Dios? Normalmente nos llevan a la oscuridad, la desesperación y la nada. Nos llevan donde el enemigo sabe que sufriremos más.
Roguemos a Dios para que ilumine donde tenemos que llevar cada paso en el camino de nuestra vida. Sólo Él tiene palabras de Vida Eterna.