En la vida creyente no podemos vivir de los acontecimientos extraordinarios. La realidad está tejida de lo cotidiano que es sencillo y valioso al mismo tiempo. Tiene el peligro de la monotonía, pero también el descubrimiento de que lo corriente puede ser vehículo de santificación. El gran milagro de los santos es haber vivido la vida ordinaria desde la fuerza del Espíritu.
La vida profunda de la Iglesia la constituyen las personas entregadas al Señor que no merecen ni una línea en los medios de comunicación. La vida fe cristiana es una decisión personal que se vive en Comunidad. Y porque se vive en Comunidad, necesita manifestarse. El acontecimiento más normal es la eucaristía de cada día o la dominical. También otros actos piadosos que afectan a la Parroquia o la iglesia en que vivimos nuestra vida de fe.
El Papa Juan Pablo II tuvo la intuición de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Sin duda una inspiración preciosa del Espíritu Santo. Un don para la renovación de la Iglesia. Os escribo desde España, ms observaciones tienen este fondo.
Santiago de Compostela (1989) fue la primera JMJ en España. Todavía no había el ambiente adecuado y tuvo mucha oposición en algunos Delegados de la Juventud en la Diócesis. Fue un empeño de don Antonio Rouco, Arzobispo de Santiago, con un grupo de Sacerdotes entregados a la formación de la juventud. A Don Antonio le he escuchado la zozobra y la angustia que pasaron ante el acontecimiento. Caminaron sin temor y el señor bendijo ampliamente sus esfuerzos. Se reunieron 500. 000 jóvenes en Santiago. Aquellos días marcaron un antes y un después de la juventud católica española. De Compostela arrancó un movimiento vocacional que todavía continúa. Como Capellán universitario puede acompañar después, junto con otros Capellanes, a jóvenes en su noviazgo, en su consagración y su vocación sacerdotal, fruto de la JMJ de Compostela.
Y llegamos a la JMJ de Madrid. Dos millones de jóvenes llenaron durante una semana las calles de la capital de España. Una de las mejor organizadas. Incluso en lo económico, dejó beneficios; se aplicaron a obras sociales.
Toda la archidiócesis madrileña se movió intensamente desde que fue designada para el acontecimiento. Los años de preparación crearon el ambiente adecuado para la gran fiesta cristiana del 2011.
Puede vivirlo desde dentro y desde fuera.
Desde fuera, porque nadie podía ser indiferente ante la magnitud de los sucesos que sucedían ante nuestros ojos. La alegría contagiosas de aquella muchachada, ordenada y contenta, que se saludaba gozosa con sus banderas y en distintas lenguas al subir y bajar las escaleras paralelas del metro madrileño. Sus canciones no cesaban en las calles. También es cierto que Madrid se volcó con ellos de un modo extraordinario. No hace muchos días recibía la confidencia de un caballero: Mi conversión se debe a JMJ de Madrid. ¿Qué le movió? Ver la alegría de los jóvenes cristianos que a mí me faltaba.
Desde dentro, con bastantes horas de confesonario en el Retiro madrileño. Jóvenes de todo el mundo se acercaron al Señor. Los secretos que guardan aquellos confesionarios tan dignamente diseñados dentro de su sencillez, son increíbles. Los sacerdotes teníamos facultad para perdonar ciertos pecados reservados. Bastantes fieles aprovecharon para encontrase con el Señor después de años con ese peso en su conciencia.
Dentro de los acontecimientos concretos podemos señalar, en aquella JMJ, el Viacrucis. Nuestros grandes imagineros procesionaron la noche madrileña. Benedicto XVI llegó llorando de moción a la nunciatura. También el último acto en Cuatro Vientos. Aquella adoración del santísimo de dos millones de jóvenes con lágrimas en los ojos. El aguante del Papa ante la ventolera que le llevó el solideo. La valentía de los jóvenes ate la tempestad aquella noche que pasaron a la entemperie.
Con vosotros, hermanos jóvenes católicos caminamos hacia Cracovia. Con vosotros y con el papa Francisco estaremos en Cracovia. Allí será declarado Patrono de las Jornadas Mundiales de la Juventud Juan Pablo II. Desde el cielo os acompaña, os bendice y os recuerda: TOTUS TUUS. TODO TUYO, MADRE.