¿Qué es evangelizar? Llevar la Buena Noticia que transforma nuestra vida: Dios nació entre nosotros y nos habló a la cada. Nos dijo que todo tiene sentido en Él y que nuestra esperanza es Él. Hoy en día no es habitual que evangelicemos de una forma tan clara. Lo habitual es crear estructuras que hablen de Dios, pero centrando todo en el ser humano. Hablamos de Cristo, pero lo colocamos tan distante que resulta indiferente a nosotros. Sustituimos la verdadera alegría de encontrarnos con Cristo, con apariencias, shows, eventos multitudinarios y representaciones emotivistas. ¿Cuándo decimos que todo tiene sentido en Cristo y explicamos la razón de ello? Rara vez o nunca.
Puesto que nosotros no podíamos llegar hasta Él porque nos lo impedían nuestros pecados, es Él quien vino a nosotros. Y ¿por qué vino? ¿Para destruir la tierra en la que pululaban las espinas? ¿Para castigar a los agricultores? De ninguna manera. Viene a cultivar esta tierra, a ocuparse de ella y sembrar la palabra de santidad. Porque la simiente de la cual habla es, en efecto, su doctrina; el campo, el alma del hombre; el sembrador, Él mismo...
Fíjate bien en que hay muchas maneras de perder la semilla... Una cosa es dejar secar la semilla de la palabra de Dios sin preocuparse ni poco ni mucho; otra cosa es verla perecer bajo el choque de las tentaciones... Para que no nos ocurra cosa semejante, grabemos profundamente y con ardor la Palabra en nuestra memoria. El diablo querrá arrancar el bien alrededor nuestro, pero nosotros tendremos suficiente fuerza para que no pueda arrancar nada en nosotros. (San Juan Crisóstomo. Homilías sobre Mt, 44)
Actualmente esperamos contagiar el Evangelio de forma casi mágica. Reproducimos los mismos espectáculos del mundo, esperando que al hacerlo haya personas que acepten el Evangelio. Como es evidente, esta forma casi mágica de evangelizar no funciona. El sembrador no puede imitar los movimientos del panadero para esperar que las personas vengan dejarse sembrar cada mañana. La lógica de la magia simpática postula que si hacemos algo similar a lo que queremos que suceda, esto acontecerá. Si hacemos ruidos parecidos a la tormenta, lloverá. Si bailamos simulando que llueve, caerá una tormenta. Si montamos un show en que se nombre de pasada la Iglesia y al Cristo, bailamos mucho, nos lo pasamos genial, nos reimos y damos muchos saltos, esperamos que otras personas se acerquen y se contagien. La mayoría de las personas se sonrien ante la ingenuidad que ven en nosotros y siguen viviendo su complicada vida sin que le hayamos dicho que la razón que buscan es Cristo.
Las cosas no son tan fáciles y el Evangelio no se contagia por medios imitativos. Tarde o temprano, los participantes de estos grandes simulacros se dan cuenta que han estado haciendo algo que carece de sentido y se alejan. La semilla, que es la Palabra de Dios, debe caer en el corazón que ansía sentido y entendimiento. Decían San Anselmo de Canterbury y Clemente de Alejandría: “Fides quaerens intellectum”, la fe busca comprender, no emocionarse o actuar. La esperanza necesita de la emotividad, la caridad de la voluntad, pero la fe necesita entender. Si no entendemos terminamos siendo cristianos agnósticos, cristianos socio-culturales adaptados al mundo que nos rodea.
El maligno, como dice San Juan Crisóstomo, está siempre preparado para confundirnos y llevarnos por caminos que no tienen sentido alguno. Caminos que terminan por desesperarnos, ya que no sabemos hacia dónde vamos. Caminos que nos convierten en duros de corazón, porque no sabemos la razón por la que actuamos. El Papa Francisco ha indicado un símil estupendo para la Iglesia: un hospital de campaña. En un hospital se recibe al enfermo o herido y se le diagnostica su dolencia antes de hacer nada. Los médicos buscan la razón del dolor que aflige y proponen un tratamiento que incida justo en el fuente del dolor. Lo deben hacer con caridad y justicia, porque la misericordia necesita de ambas. Para ello necesitamos entender, discernir, señalar y sobre todo juzgar qué sucede antes de hacer nada. En este proceso se deposita la semilla del Evangelio en el corazón de quien viene a ser curado. Quienes no son capaces de reconocer la herida que llevan consigo o quienes buscan una placentera estancia de descanso, difícilmente se quedarán mucho tiempo.
No creamos que se evangeliza por medio de magia simpática. No es así como el Señor nos ha indicado que hagamos Su Voluntad.