La vida de santidad, sin encerrarse en sí misma de manera egoísta, o buscando exclusivamente su propia perfección personal y su salvación, se abre a dimensiones eclesiales, fraternas, convirtiéndose en apóstol de tal manera que otros, los hombres, sus hermanos, puedan conocer a Cristo e incorporarse a la Compañía de Cristo, a la Iglesia.
El santo, conociendo el amor de Dios y gustándolo, lo da a gustar a todos. Ser apóstol le nace de sus deseos más nobles y puros, fruto de su experiencia de Jesucristo. Esta norma se cumple en todos los santos, ya sean seglares en el mundo, o sacerdotes, o religiosos con apostolados específicos, ya sea el monje o la monja desde el silencio de la clausura. Todos ellos son apóstoles aunque de manera distinta.
No pueden callar lo que han visto y oído, lo que sus manos han tocado, la Palabra de la vida. Su experiencia de Cristo los pone en movimiento, los lanza al mundo, les infunde una pasión por el Evangelio que ya no les permitirá nunca callar, sino pregonar.
La experiencia del encuentro con Cristo, la santidad que ha brotado en ellos, los convierte en enviados que comunican su experiencia.
"Queridos muchachos, el Señor Jesús siempre está con nosotros y siempre camina con su Iglesia, la acompaña y la protege. No dudéis nunca de su presencia. Aquel que viene a nuestro encuentro como el Emmanuel, "Dios con nosotros", nos asegura que está siempre en medio de los suyos: "He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).
Buscad siempre al Señor Jesús; creced en la amistad con él; aprended a escuchar y a conocer su palabra y a reconocerlo en los pobres que hay en vuestras comunidades. Vivid vuestra vida con alegría y entusiasmo, seguros de su presencia y de su amistad gratuita, generosa, fiel hasta la muerte de cruz.
"Estás con nosotros". El Señor Jesús está verdaderamente con nosotros. Testimoniad a todos, comenzando por vuestros coetáneos, la alegría de su presencia fuerte y dulce. Decidles que es hermoso ser amigos de Jesús y que vale la pena seguirlo. Mostrad con vuestro entusiasmo que entre las muchas maneras de vivir que parece ofrecernos el mundo de hoy, todas aparentemente en el mismo nivel, sólo siguiendo a Jesús se encuentra el verdadero sentido de la vida y, por eso, la alegría verdadera y duradera" (Benedicto XVI, Alocución a los muchachos de la Acción Católica Italiana, 19-diciembre-2005).
Las obras apostólicas de los santos de cualquier edad dimanan de su experiencia de Cristo. Quien no hace apostolado, quien se queda con los brazos cruzados, pasivo, inerme, probablemente tenga una piedad exterior, formal, pero el corazón no ha sido alcanzado por Cristo, transformado por Cristo. Por eso el santo es el mejor apóstol... y el verdadero apostolado pide antes una experiencia de vida con Jesucristo.