Entre los posturas y gestos corporales, los hay más sencillos y tal vez más discretos, pero igualmente son cauces de participación de los fieles en la liturgia de una manera activa, viva. Los gestos exteriores ayudan a vivir lo interior, y lo que vivimos interiormente, a su vez, requieren la expresión, su manifestación externa. Así es como se vive la liturgia.
 
 

 

 

            f) Golpearse el pecho

 

 
            Un gesto sencillo es el golpe en el pecho, golpearse en el pecho, durante el acto penitencial, tanto en la Misa como en la celebración comunitaria de la Penitencia con confesión y absolución individual (llamada Forma B del Sacramento de la Penitencia).
 
            Actualmente, en el Ordinario de la Misa, se dice que a las palabras del “Yo confieso” “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”, todos se golpean en el pecho. El Misal de san Pío V señalaba que se hacía por tres veces; actualmente sólo se dice que “golpeándose el pecho, dicen…”, sin indicar una o tres veces. El “Yo confieso” pertenecía a los ritos preparatorios que rezaba el sacerdote y el acólito al pie del altar y que se incorporó poco a poco en el siglo XI en el ámbito germano; tenía un carácter privado. Se le añadió a esta confesión general de los pecados el gesto antiguo de golpearse el pecho.
 
  
          Con la reforma y revisión del Misal, se introdujo el acto penitencial al inicio de la Misa para todos los fieles y así todos en común lo recitarían y todos realizarían el signo penitente de golpearse el pecho.
 
            Es un gesto muy plástico: expresa arrepentimiento, culpabilidad, aflicción, por el pecado cometido. No se esconde uno en el anonimato ni disimula su pecado: golpeándose el pecho, se señala públicamente, reconoce la maldad, indica ante todos que ha pecado.
 
            Ya hallamos este signo de arrepentimiento y de humildad en el publicano de la parábola. Recordemos cómo éste “no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador’” (Lc 18,13). Así hacía el publicano su confesión ante Dios. También es expresión de dolor y de culpabilidad al mismo tiempo, es decir, viendo las consecuencias de los actos culpables, se duelen y lamentan; ante la muerte en cruz de Jesús, “toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho” (Lc 23,48).
 
            Se refuerza de este modo la confesión de los pecados ante Dios al inicio de la celebración eucarística o en la Forma B del sacramento de la Penitencia (RP 131132); los fieles, golpeándose el pecho conscientes de lo que hacen, expresarán mejor su arrepentimiento y participarán mejor de la liturgia.