Los sacramentos significando causan la gracia. Son significativos, reales. Dios para comunicar su gracia, salvar y santificar al hombre, usa de lo creado. La materia se convierte en una mediación muy real para nosotros, que no somos espíritus puros, sino seres formados por un cuerpo animado.
La verdad de la Encarnación llega hasta tal punto que Dios, frente a todo espiritualismo de corte gnóstico, que rechace lo material como impuro y peligroso, emplea con naturalidad lo que Él mismo creó como bueno y redimió por el cuerpo de su Hijo y santificó por su cuerpo glorificado, resucitado.
Los sacramentos, que son acontecimientos de Dios, entran en la historia de cada uno mediante lo humano, lo carnal, lo material. Sí, Dios toca nuestros cuerpos santificando cuerpo y alma. El espiritualismo es siempre una tentación que quiere ignorar el método de la Encarnación y la resurrección.
Gestos, palabras, acciones y elementos creados son los vehículos de la gracia divina para nosotros, con un cuerpo y un alma. Significando causan, por lo que habremos de mirar y valorar esta "carnalidad" santa de los sacramentos.
"Hemos de creer además que, para una óptima comunicación, el Creador nos ha dotado, con nuestro cuerpo, nuestros ojos, nuestras manos, nuestra boca, de todo lo necesario para llegar a lo esencial. Si la telefonía móvil hubiera sido lo mejor en este orden de cosas, podemos estar seguros de que nos hubiera dotado del poder de la telepatía. Ahora bien, no hay nada de eso. Únicamente nuestros brazos limpios son apropiados para abrazar a un hermano. Únicamente nuestras palmas desnudas tienen el poder de acariciar un rostro. Y hace falta que nuestras bocas abandonen el megáfono para ser capaces de besar.En esto, el modelo de comunicación perfecta se encuentra en los sacramentos. Ahí es donde se comunica lo que hay de más grande; ahora bien, esa comunicación se opera siempre en la proximidad corporal, en el contacto físico: el sacerdote sumerge a ese hombre en la piscina bautismal, pone las manos sobre su cabeza para darle la fuerza del Espíritu, hace entrar a Cristo en su mandíbula para que lo mastique, descarga el alma del horror que la posee dejando que ese penitente se arrodille ante él...En los sacramentos, siempre se da la presencia mutua de los cuerpos: imposible confesarse por el Messenger o comulgar por webcam. Los dones supremos del Eterno reclaman la mediación de esta carne perecedera"(HADJADJ, Fabrice, La fe de los demonios (o el ateísmo superado), Nuevo Inicio, Granada 2010, pp. 228-229).
Lejos queda el espiritualismo o entender la fe subjetivamente, reducida a sentimientos y movimientos interiores. Los sacramentos son la máxima presencia y cercanía de Dios, requieren la proximidad personal, el contacto, el alimento, la entrega.
En definitiva, Dios toca nuestra carne: así salva, perdona, alimenta, santifica, conforta.