Lorenzo Rodero firma esta doble página del Mundo Gráfico del 5 de septiembre de 1928.
UNA MAGNÍFICA INSTITUCIÓN PARA EL CLERO
LA CASA DE VENERABLES DE BURGOS
El Cardenal Segura es el creador de este santo refugio.
La vida, para esos virtuosos y abnegados seres que renunciaron a la vida misma en holocausto y oriente a sus semejantes, febles arbustos a la intemperie de todas las tentaciones es, a no dudar, la senda más ingrata y espinosa que liberalmente puede escoger un hombre... Hombres llenos de luz, llenos de fe, ligados a los demás seres por un divino amor humano, su misión: andar y andar, contra desdenes, infidelidades, privaciones: la de ir cubriendo los días y los años con el temple y el corazón propicio a infortunios y dolores, diríamos es la escala gloriosa hacia el más allá... No obstante, mientras el bien eternal se delínea en esencia, mientras el espíritu vuela a lo incognoscible y el cuerpo vuelve al polvo de la tierra, el camino lueñe y erizado, a pesar que, tendido entre veredas de placidez y humildad, es el "vía crucis" de estos admirables hombres que perpetúan en la tierra las palabras del Mesías...
Para ellos, como remanso del largo y monótono hogar por las dulces y tranquilas aguas de la doctrina de Cristo, no exentas de borrascas y tempestades a cuenta de pomposos y pretenciosos incrédulos, el Cardenal Segura ha fundado -recientemente inaugurada- la Casa de Venerables, como propia mansión de sacerdotes ancianos, plácido refugio de los que llegaron a una avanzada edad sin pan y sin hogar...
Ya tienen su Casita de Betania estos venerables hombres que encanecieron al servicio de su delicada misión.
Ya tienen, los que sobrevivieron a sus familiares, el hogar que la vejez y los achaques, con la parvedad de recursos, desmoronaron...
Una casita -magnífico y sencillo palacio por otra parte, abierta en los aledaños de la ciudad- amplia, luminosa, señoril, como un maravilloso paraíso, prenuncio en la tierra de una gloria imperecedera, santo refugio de humildísimos curas de aldea, abrumados por el peso de los años y las fatigas del sacerdocio; esos curas viejecitos que todos veneramos, parcos de ciencia, candorosos y perdonadores, para los que el mundo está poblado por buenos y "menos buenos", pequeñitos, endebles, leyendo en el Flos Sanctorum la vida del santo del día, asentados en un frailuno sillón de roble y envueltos en un raído balandrán...
Venerables hombres para los que el Cardenal Segura ha fundado esta Casa -tan distante de lo que fuera un Asilo-, un verdadero hogar asistido por las bienhechoras manos de siete hermanas de la Caridad y como amparado a la sombra de la magnificente Catedral de Burgos... Otium cum dignitate...
Bajo estas líneas, Don Pedro Segura, Cardenal - Arzobispo después de la imposición del Capelo-Cardenalicio acompañado del enviado especial de Su Santidad el Papa, Excmo. Sr. Conde don Camilo Pietromarchi, y autoridades de Burgos. Foto de ABC fechada el 1 de diciembre de 1927.
UNA MAGNÍFICA INSTITUCIÓN PARA EL CLERO
LA CASA DE VENERABLES DE BURGOS
El Cardenal Segura es el creador de este santo refugio.
La vida, para esos virtuosos y abnegados seres que renunciaron a la vida misma en holocausto y oriente a sus semejantes, febles arbustos a la intemperie de todas las tentaciones es, a no dudar, la senda más ingrata y espinosa que liberalmente puede escoger un hombre... Hombres llenos de luz, llenos de fe, ligados a los demás seres por un divino amor humano, su misión: andar y andar, contra desdenes, infidelidades, privaciones: la de ir cubriendo los días y los años con el temple y el corazón propicio a infortunios y dolores, diríamos es la escala gloriosa hacia el más allá... No obstante, mientras el bien eternal se delínea en esencia, mientras el espíritu vuela a lo incognoscible y el cuerpo vuelve al polvo de la tierra, el camino lueñe y erizado, a pesar que, tendido entre veredas de placidez y humildad, es el "vía crucis" de estos admirables hombres que perpetúan en la tierra las palabras del Mesías...
Para ellos, como remanso del largo y monótono hogar por las dulces y tranquilas aguas de la doctrina de Cristo, no exentas de borrascas y tempestades a cuenta de pomposos y pretenciosos incrédulos, el Cardenal Segura ha fundado -recientemente inaugurada- la Casa de Venerables, como propia mansión de sacerdotes ancianos, plácido refugio de los que llegaron a una avanzada edad sin pan y sin hogar...
Ya tienen su Casita de Betania estos venerables hombres que encanecieron al servicio de su delicada misión.
Ya tienen, los que sobrevivieron a sus familiares, el hogar que la vejez y los achaques, con la parvedad de recursos, desmoronaron...
Una casita -magnífico y sencillo palacio por otra parte, abierta en los aledaños de la ciudad- amplia, luminosa, señoril, como un maravilloso paraíso, prenuncio en la tierra de una gloria imperecedera, santo refugio de humildísimos curas de aldea, abrumados por el peso de los años y las fatigas del sacerdocio; esos curas viejecitos que todos veneramos, parcos de ciencia, candorosos y perdonadores, para los que el mundo está poblado por buenos y "menos buenos", pequeñitos, endebles, leyendo en el Flos Sanctorum la vida del santo del día, asentados en un frailuno sillón de roble y envueltos en un raído balandrán...
Venerables hombres para los que el Cardenal Segura ha fundado esta Casa -tan distante de lo que fuera un Asilo-, un verdadero hogar asistido por las bienhechoras manos de siete hermanas de la Caridad y como amparado a la sombra de la magnificente Catedral de Burgos... Otium cum dignitate...
Bajo estas líneas, Don Pedro Segura, Cardenal - Arzobispo después de la imposición del Capelo-Cardenalicio acompañado del enviado especial de Su Santidad el Papa, Excmo. Sr. Conde don Camilo Pietromarchi, y autoridades de Burgos. Foto de ABC fechada el 1 de diciembre de 1927.